Emparamada

Agua fría y fangosa en el camino, algunos arañazos y pequeños cortes en los brazos… sí, me resbalé evitando los baches de la ruta. Iba camino de la felicidad transitando la senda de la amargura, me estaba costando el ascenso, parece que los sábados es más difícil. Me desacostumbro entre semana. 

Retomar el ascenso es sumergirme en un espacio natural, entrar a un bosque de nubes rodeado de florecitas de colores. Alcancé la cumbre.  Disfruto cada paso que doy, cada vez que me detengo. Llegué otra vez. Encontré un tapiz de nubes cubriendo todo lo que estaba debajo de mí, pero con un horizonte que empezaba a despejarse y a dejar ver pálidos rayos de sol. Me sentía en el cielo. Y como siempre, llegó mi instante de contemplación. Elegí roca, me senté, respiré profundamente, agradecí estar en absoluto silencio, tomé algunas fotos y permanecí allí mientas mi cuerpo recuperó el aliento y la energía se apoderó de mi nuevamente para emprender el regreso. Me encanta sentir el cuerpo, mi movimiento y mi tiempo, disfrutar la montaña de frailejones que allí permanecen y despojarme de miedos.




Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―