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Mostrando entradas de diciembre, 2023

Despidiendo 2023

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Las mañanas son grises, empieza tarde el día y cuesta levantarse con tanta oscuridad, pero en cuanto se asoma el sol ya estamos afuera, aprovechando la jornada y lo que llega con ella. Los días en Lisboa han estado extraordinarios. Sencillos, tranquilos, pero muy entretenidos. Vimos salir la luna solo el día de nuestra llegada. El cielo rosa solo estuvo así para darnos la bienvenida, ahora ha estado entre azul pálido, gris opaco y blanco casi siempre.  El sol ha estado tímido, pero de vez en cuando nos ha acompañado un resplandor naranja en los atardeceres invernales de estos días. Los pájaros portugueses son muy ruidosos y están increíbles, un poco gordos y descarados. Saltan por el camino, se instalan en las mesas de los cafés con terraza, buscan semillas y restos de pan, y parece que encuentran de todo.  El portugués medio lo entendemos escrito, lo demás… toca en inglés porque hablan súper enredado, al menos eso nos parece, pero son muy buena onda. Salvo el mesero del primer restaur

Redondo y equilibrado

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Despegamos casi una hora tarde. Un avión enorme y una multitud abordo. Volamos en turbulencia. Con inestabilidad atmosférica que semejaba una precaria trocha, se sacudió todo lo que sobraba. El viento a favor y el acelerador a tope permitieron que solo nos retrasarnos cinco minutos en el itinerario. La escala en Madrid era solo de cuarenta minutos y no sabíamos terminal ni puerta de nuestro siguiente vuelo. Aterrizamos bien, con tiempo suficiente, eso creíamos. Pero dejar el avión fue eterno, laaargo, tuvimos que hacer carrera de obstáculos hasta el control de pasaportes, correr más a alcanzar el tren en busca de la salida, seguir corriendo al puesto de seguridad. Lograrlo y salir seleccionada, mi computador y yo, para una inspección aleatoria -igual que saliendo de Bogotá- esperar la revisión, subir corriendo a la otra planta del terminal, buscar la sala de embarque a dos minutos del cierre de puertas del avión. Encontrarla. Y el afán resultó ser, como absolutamente casi todo, inneces

Una Navidad pequeña

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Ayer recorrimos cortos caminos polvorientos porque el ascenso al cerro fue motorizado. En medio de la calma del finde partimos al páramo con Lana del Rey de banda sonora, y definitivamente me encanta el plan, cómo me gusta! La compañía fue mi regalo navideño y los platos para la noche el complemento ideal, no me puedo quejar, advertí que estaría muy consentida y por fin cumplo algo. La de ayer fue una nochebuena sencilla. Tres seres que se adoran, que cuentan chistes tontos y que en medio del picoteo vieron Love Actually. Un ratito con derroche de vida y color para celebrar, brindar, dar gracias y compartir la última noche antes de nuestras esperadas vacaciones. Fue una maravilla disfrutar de la noche por acá. Encuentro mucho más emocionante ver estrellas y sentir la brisa estival desde el campo, aun cuando antes de las doce ya estábamos buscando reposar y a eso de las once debimos estar soñando. Este año que termina he reído mucho, he llorado poco, he soñado, he abrazado, incluso he B

Un intento de vida lenta

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  Un propósito más que no dio frutos en esta última semana laboral. Lo intenté de verdad, pero últimamente no consigo hacer nada de nada de lo que tengo en lista. Pero vayamos pues con algunas trazas de realidad de días recientes, mientras esperamos que llegue la nochebuena. El domingo pasado anduvimos de tarde con los tres gatos. No dejamos evidencia, pero nos encontramos, casi todos. Al no haber grandes espacios de tiempo entre un encuentro y otro parece que apenas cambiamos. Ligeras variaciones que poco percibimos, somos incapaces de identificar nuevas canas o arrugas porque no hemos dejado pasar mucho el tiempo antes de volvernos a ver. Pero a los demás sí los hemos dejado atrás y a esos sí los vemos “cascados”, al menos de eso conversamos y de eso nos reímos mientras nos preparábamos para la consideración del segundo día de la novena. Y allí estábamos dispuestos a leer las oraciones como hace años, a cantar desentonados, a disfrutar otra oportunidad de reírnos juntos de nosotros

Al filo de las vacaciones

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Sábado de sol con cielo sin nubes. Volver al verde. Sentir calor. Tomar rosè. Y En un momento nos convencemos de que nunca seremos como todos, y que eso de las autofotos es un aburrimiento. Pero entonces aparece la luz, se ponen rojos los cachetes, y con el celular a punto de apagarse, empezamos a jugar. Hablo en plural porque me acompañó Charlotte, pero ella con mas criterio que yo, decidió alejarse de la cámara y no dejar evidencia de la ridiculez, de las imperfecciones, los recovecos del cuerpo, las memorias de las sombras y el negro en las imágenes. Quién iba a imaginar que en vísperas de Navidad me iba a dedicar a dejar registro de una mujer de cuarenta y muchos que no ha dormido bien últimamente. Habrá sido un asunto de emoción y sobriedad ligera, supongo. Y Con el sol intenso del día llegaron también viejos y nostálgicos recuerdos de nuestras típicas vacaciones boyacenses en las que con ansias e ilusión infantil esperábamos la nochebuena. Poco queda de aquello. Muy atrás

En cápsulas o partículas

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Retomamos a veces, para un despertar en condiciones, la buena costumbre del pan de masa madre hecho en casa y el café recién molido. Resulta armonioso empezar el día así. Abro los ojos al amanecer, recibo un abrazo, me llaman a la mesa, y ya puedo arrancar. Qué mejor!!! A veces me concentro en el café, veo el humo que sale de la taza, tomo cada sorbo en calma, disfruto el momento y me doy cuenta de lo afortunada, muy afortunada, que soy. A veces camino, otras tomo fotos. En ocasiones estoy con mi familia y de vez en vez con mis amigos, pocas veces estoy sola. Unos días leo y otros apunto ideas y curiosidades. Unos días respiro verde, disfruto las flores, otros las jornadas son urbanas. A veces parece absurdo el tiempo que pierdo pensando, en algunas ocasiones siento que lo perdí, pero en otras es como si se multiplicara. De redes sociales a conversaciones en las que no asoma la duda… todos saben manejar sus inseguridades, el desamor, la soledad, la insatisfacción, la dependencia, e

Intensa y especiada

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Así la semana. Abandonada a las prisas de diciembre avanzo hacia el final del año, pero aprovecho cada instante. Un comienzo sin mayor ocupación que los correos, informes y reportes que no han dado tregua en el último tiempo. Luego un desayuno de celebración con los gatos de siempre, seguimos temporada tras temporada y, ojalá, para siempre. Después una interrupción apresurada para tramitar mi pasaporte. Un poco de malestar por la urgencia, la fila y el desorden instantáneo que significó no correr cuando llamaron a “los de las 7:00 am” y la sorpresa final por los dos minutos que tomó la gestión. Seguimos con una cena peruana prenavideña acompañada por varios brindis con pisco sour y finalizada con degustación de postres riquísimos. Casi terminando semana algunas carreras por otros asuntos laborales y un cierre con hamburguesa doble, bolos y colegas. Vamos que se puede, me repetía mientras atenta oía las instrucciones del profe. Parecía fácil, se veía sencillo, sin demasiada exigencia. U

De vuelta a casa

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En las conversaciones de transmi, en las tardes, los pasajeros en medio del relajo o del cansancio de la hora del regreso cuentan su vida diaria sin filtro ni cautela. La espontaneidad protagoniza y quizá sin saberlo dan cuenta de una intimidad absoluta. Me ha pasado varias veces. Cuando los ocupantes del bus van compañía, dejan por instantes sus teléfonos y todo empieza a formar parte de la ruta; así como a veces todos tenemos que oír lo que reproducen sus celulares porque omiten el uso de audífonos, otras he presenciado muy de cerca diálogos que ni en el ambiente más familiar y protegido se me ocurriría contar. Pero en el bus a veces todo se sabe. Me he sorprendido con relatos grandiosos, dramas amorosos, crónicas de viajes prohibidos, casi delitos, y en respuesta a muchas de estas historias encuentro también opiniones cuestionables, consejos dados a la ligera y también sabiduría popular y quizá efectiva. La gente se desahoga y llega a casa con menos peso. O tal vez no.

Música… no ligera

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A veces parece como hipnotizado, atrapado en sus audífonos como si alguien le estuviese revelando algo más allá de lo que la existencia le deja saber en el día a día. No me entero de ritmos, melodías, letras, nada de eso parece importar, solo esos sonidos indescriptibles que encuentro violentos y ruidosos, pero que para él son filosofía de vida. En ocasiones me pone esa música sin misericordia y con venganza. Alienación, apocalipsis, psicosis, caos... tengo que oírla tal como él oye de vez en vez pop en el auto. Nos quejamos a la par. Son los gustos de la adolescencia y aunque tengo mente abierta, me cuesta y no logro disfrutarla, pero ya la siento familiar.

La perspectiva cambia

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En una mañana de domingo ventoso y helado en la montaña tuvimos un corto ascenso en el que no paramos de hablar.... compañía, vista a las nubes, verde intenso. Con cielo casi despejado, menos viento y la satisfacción de la meta alcanzada disfrutamos un descenso colorido. Lo demás da igual. Para mi esa mezcla de cansancio, descubrimiento y sorpresa, poco a poco, se ha transformado casi en rutina y se ha vuelto mi paisaje favorito, aquel que siento más mío. Cuando narro mis paseos por la montaña parecen demasiado bonitos para ser creíbles, pero son así o mejores. Ahora que lo pienso, puede que sea porque cada día el páramo tiene algo nuevo, hoy un torbellino de nubes, ayer el brillo fascinante, pero siempre rezumando belleza.

Todo suma

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Ya avanzado diciembre el escenario navideño está completamente instalado… la constante presencia de luces, el tráfico descomunal, la gente de celebración y el estado de ánimo generalizado que anticipa las fiestas o las vacaciones es lo habitual en estos días. Así que sí, muy apropiada de las tradiciones de estas tierras, me he unido a varios planes, uno tras otro desde que comenzamos el mes. Un encuentro gourmet para empezar. Aunque anduvo un poco frustrada la preparación casera porque mis amigos no saben seguir instrucciones y llegaron con platos comprados, con la mitad de las cosas hechas en casa tuvimos una noche de tacos divertida y sabrosa. Las historias de siempre, las risas acostumbradas, los brindis ausentes, pero un encuentro bonito y acogedor en mi espacio y con los tres gatos que acompañan desde el siglo pasado. Una tarde absolutamente maravillosa. Celebrar treinta años desde que salimos el cole tenía que ser todo un evento y lo fue. La emoción del cacharrito power me a