Intensa y especiada

Así la semana. Abandonada a las prisas de diciembre avanzo hacia el final del año, pero aprovecho cada instante. Un comienzo sin mayor ocupación que los correos, informes y reportes que no han dado tregua en el último tiempo. Luego un desayuno de celebración con los gatos de siempre, seguimos temporada tras temporada y, ojalá, para siempre. Después una interrupción apresurada para tramitar mi pasaporte. Un poco de malestar por la urgencia, la fila y el desorden instantáneo que significó no correr cuando llamaron a “los de las 7:00 am” y la sorpresa final por los dos minutos que tomó la gestión. Seguimos con una cena peruana prenavideña acompañada por varios brindis con pisco sour y finalizada con degustación de postres riquísimos. Casi terminando semana algunas carreras por otros asuntos laborales y un cierre con hamburguesa doble, bolos y colegas. Vamos que se puede, me repetía mientras atenta oía las instrucciones del profe. Parecía fácil, se veía sencillo, sin demasiada exigencia. Ubicación, enfoque, caminar, mirada fija, lanzar… fallar, una y otra vez, y otra también. Obtuve un destacado último lugar y me quebré una uña. Despedida, agradecimiento, regreso a casa. Final feliz. 


Y hoy comenzamos finde bajo un cielo gris, pero le pusimos color al día con panes variados, huevos en preparaciones diversas, fruta aderezada con granola, bebidas calientes y regalitos. En un amago de pausa estoy tratando de recuperar el sueño, ese que se espanta cuando me faltan las gotas de pasiflora. Pero irónicamente sigo con el iPad pasando páginas, descubriendo canciones, volviendo a las fotos de la semana, leyendo de a poco las primeras páginas de Venganza, espantando el sueño.










 

Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―