Y un día ya puedes conducir

Puedes, aunque no quieres. Pero la vida va en serio desde hace más, desde aquella mañana de lunes. La mañana, el frío antes de entrar a la sala de cirugía, el calor intenso después. Vernos, reconocernos por primera vez. Tu papá y su mirada incrédula, su pánico por sostenerte, el afecto inmenso. Eras mini, muy blanco, después te teñiste un poco y en breve tuviste mi color. De allí vienes, de un amor intenso, de este cuerpo enérgico que todavía no reconoce el paso del tiempo, y de nuestras historias a las que cada vez les sumas más las tuyas. Y ahora, aunque estás impregnado un poco de todo lo que te rodea, sigues siendo aquel ser de mirada encantadora con ojos chispeantes, sonrisa alegre, imaginación maravillosa y pequeños matices familiares innegables. Pero a salvo, nada de qué preocuparse. 

Y si, cumpliste un año más. Uno de despliegue de brillantez y gracia. Uno en el que te volviste fanático del cine, de las películas de terror y más fanático del metal y de sus más pesadas derivaciones, con CDs, un oído a punto de estallar y varias camisetas nuevas; uno en el que vas sobrado de argumentos, te atreviste en el escenario, en el que te paseaste por acá y por allá y conociste lugares fascinantes, "ruedas" incluidas. Comiste helados, pizza, croissants y pan de masa madre como si no hubiera mañana. Estudiaste mucho y te quejaste más, paseaste por el centro de la city, anduviste de conciertos y de fiesta, intentaste crimen y castigo, pero todavía estás en ello y cuánto más, corazón. Nada, nada ha sido mejor que estar contigo en estos años, todo lo que eres me llena de alegría... Te quiero con locura. Felicidades vida mía, mantén la magia y que la energía infinita no pare. 



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