Realidad extraña
Era mediados de enero y Lucas estaba empezando un trabajo. Uno más, pensó. La diferencia con los anteriores, además del lugar, era que esta vez conocía a alguien de la nueva oficina. La jefe de ahora había sido su amiga de adolescencia, varias décadas atrás, nada trascendental, nada profundo. El primer día lo recibieron bastante bien, presentaciones formales, pero una cálida bienvenida en general, parecía ser un equipo muy profesional, pero relajado. Los primeros meses anduvieron sin mayores dificultades, almuerzos compartidos, cafés conversados, ocasionales cervezas a la salida. Manuela, la jefe, participaba a veces de los encuentros. Una tarde de viernes, en abril, salieron de copas, el equipo completo. Habían obtenido el sí en una propuesta y estaban todos al borde del éxtasis. Después de semanas de trabajo intenso, llegaba la recompensa. Brindis varios que continuaron en baile, primero en la pista, después en la mesa, la diversión se adueñó del grupo... llegó la madrugada y fue hor