Finalmente desperté

Un intento por ingresar al coro del colegio, días de ensayo para que me recibieran en el grupo de danzas, la gran apuesta por que me dejaran entrar al equipo de porristas... segundo, tercer y cuarto intento, nada. Nunca. Siempre terminaba como no aceptada. No lo cuestioné jamás. Sería la suerte, las circunstancias, quizá pocos cupos, no pensé que se trataba de mis escasas habilidades con el canto y el baile, ni me lo pregunté. Nunca el rechazo llegó con retroalimentación, así que tal vez pensé que sería en otra oportunidad. 

Hasta después de vieja me di cuenta de que crecí con cero objetividad, repleta de amor propio cultivado en casa. Un peligro andante. Iba por la vida con la tranquilidad de quien puede lo que quiere y si no, no es por falta de talento. Cantaba alto, fuerte y emocionada, casi me sentía en un escenario... bailaba como si protagonizara flash dance, bueno, creía que era eso lo que hacía, tal vez cerca de mí no había nadie que reconociera mi falta de maestría, hacía el ridículo no más, pero ni a mí ni a nadie le importaba. Me divertía.

Llegó el verdadero amor y con él aterricé. Principio de realidad. A nadie había incomodado antes con la desafinación de mis cantos, pero recibí la primera señal.  Miradas de extrañeza, abrazos y besos para cambiar de actividad.

- ¿Qué cantas? ¿Por qué todo suena igual?

Empecé a notar algo raro, cómo era posible, pero llegó la luz. Poco a poco fui entendiendo. Claro, el tema es que no afino, no tengo buen oído así que todo suena a mi manera, bien desde mi inocente perspectiva.  Pero como la osadía me embargaba, pensé... ¡qué tanto! Pues lo intento igual, grabemos una canción, propuse, y así fue, para consumo interno, obvio, juegos domésticos de fin de semana, pero con la seriedad del caso, a ver qué resultaba. Resultó que soy un fiasco, verdaderamente lo hago mal, suena fatal.  La música se ajustó, el tono de la melodía cambió, todo se adaptó a lo que desprevenidamente iba cantando, pero ni así. La voz se salva, el timbre es un poco infantil, pero no desagradable, pero el tono y mi percepción de las notas… da igual cuál sea, las canto todas igual, lo que me sale del alma que nada tiene que ver con lo que es.

Con el baile pasó más tiempo para que me diera cuenta.  No soy tan terrible, al menos no al nivel del canto, un poco tiesa nada más, doy lo mejor de mí, pero no lo llevo en la sangre. Lo noté en unas clases a las que me aventuré.... Hace no mucho me tomé unos meses de descanso y decidí que aprendería bailes urbanos. Supuse que sería algo breve, solo unas clases para “perfeccionar”. Vaya lío que tuvo la profe.  Lo intentó, se esforzó, trató por todos los medios de hacer que me soltara y que no me viera tan robótica... sin éxito. 

A esta altura creo que el talento artístico se resiste conmigo, porque también pretendí participar en un grupo de teatro. Algunas clases en la infancia y otras tantas en la universidad.  Siempre me sentí un poco ajena y extraña, pero lo intenté igual, es curioso que me guste tanto, porque mis destrezas parecen estar en otro lado.

Vale decir que aun bailo y por supuesto canto, no lo he dejado de hacer, lo hago con más recato nada más.


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