Simplificamos la vida y anduvimos por Boyacá y sus campos, disfrutando atardeceres en la montaña y frente a la laguna. Muy cerca de acá, la vida se nutre de verde y de ella nos aferramos. El plan del finde fue sencillo, pero bastante entretenido: sábado de almuerzo frente a la laguna, tarde de playa nublada y empapada y anochecer oscuro y silencioso en la loma. Domingo escalada y almuerzo parrillero. Disfrutamos las flores, que crecen silenciosas y alegran el entorno y los pájaros que desde temprano entonan y obligan a despertar. Después de una mañana reflexiva en ascenso, atravesando piedras mágicas, sintiendo la brisa en lo alto de la montaña, reconocimos límites y fronteras con estacas insignes que se vislumbran desde acá y desde el más allá. Para la sobremesa partimos a Pesca, un pueblito desconocido, alegre y dulce. Aquella sobresaliente estaca, insignia visible desde lo alto que delimita el terreno Guevara.