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Mostrando entradas de enero, 2020

Sin más

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Como quien no quiere la cosa dejamos atrás enero. Con pocas ganas de que el tiempo avance a este ritmo, que con el pasar de los años siento cada vez más fugaz, despedimos el mes. Definitivamente esta década parece estar tomando las riendas y a galope nos lleva sin tregua alguna, que virus, que guerras, terror por allá, pánico y absurdos por acá. Regresé de vacaciones y después de tantas experiencias, emociones y de aquellos instantes de vida contemplativa que disfruté algunos días, poco a poco fui aterrizando y empecé a sentir la ciudad. Un poco dispersa por la falta de rutina, de extremo a extremo anduve en bus, auto, bici, taxi, a pie y alcancé a disfrutar algunos días azulados, pero de pronto la realidad empezó a colapsar, se llenó de nuevo la ciudad y rápido desapareció la ilusión. Enero ha sido un mes difuso y confuso... de pausas largas y jornadas de trabajo aisladas, con paseos inesperados, celebraciones y conversaciones animadas, con paro y manifestaciones social

Así me gustan los findes

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La gran suerte nos acompañó el finde. Con agradable temperatura y una maravillosa compañía, pasamos un par de días blancos, sencillos y perfectos.   Aprovechamos el encuentro para poner sobre la mesa recientes historias cafeteras y aventuras mediterráneas, narradas con empanada y patacón.    Bebimos vino, bebimos gin y también cerveza; comimos pez, milhojas y más, y por supuesto, brindamos por los cuarenta y tantos de nuestro anfitrión. Las risas, las voces y los juegos de los peques, llenaron de vida el espacio. Todos los espacios. En un no parar total subieron, bajaron, se sumergieron y saltaron sin intención alguna de aquietarse. Me gusta Villa de Leyva, el blanco inunda el pueblo y lo llena de energía; me gustan los ratos familiares y las conversaciones reposadas, me gusta ver a los chicos riendo y jugando de aquí para allá. Fue un bonito finde, otro más.

Otros días memorables

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Dimos la bienvenida al 2020 con amor en Cadaqués, un pueblito costero que nos encantó, de casas blancas, calles angostas, flores coloridas y gatos vigilantes. Llegamos allí después de poco más de 2 horas a bordo de Jym, nuestro coche estrella, y tras unos minutos de una ruta zigzagueante. Caminamos sin rumbo en la mañana, hicimos pic nic playero y nos fuimos de vinos a un cafecito taquillero.  Recorrimos calles y cellecitas y llegamos a la que fue la casa de Dali, que por ser festivo, encontramos cerrada.   Descubrí en estas tierras la fascinación que producen los faros. Cap de Creus resultó asombroso, la puesta del sol es indescriptible y faltó tiempo para ver todo lo que estaba cerca. Tras un fugaz momento en las alturas, llenos de ilusión por algún día volver, emprendimos el regreso. Al día siguiente fuimos a Montserrat.   La llegada fue sorprendente, ascenso con mucha neblina y una montaña rocosa imponente.   Pasamos un tanto de frío y de “estrés” por la ma