De turisteo para decir adiós
Dejaré por acá un poco de lo andado y vivido en nuestros días
mediterráneos, aquellos en los que todo fue intenso y feliz. Me gusta recordar
esas jornadas largas de mucho caminar, sorprendernos, conocer, y disfrutar y de
ninguna manera quisiera olvidar tantos olores, sabores y las mil sensaciones
que nos dejaron muy contentos, así que, como siempre, espero que estas palabras
cumplan su propósito y me transporten de vez en vez a esa costa
fascinante. Intentaré eso sí, guardar en la memoria varias de las
imágenes porque, aunque lo intenté, no hay foto que transmita lo bonito de los
paisajes que disfrutamos. Adoré ese mar de azul intenso, los acantilados,
las rocas en la playa, los atardeceres rojizos que entusiasmaban a propios y
ajenos, las olas y la brisa marina.
El comienzo de estas vacaciones fue un
tanto tragicómico, Daniel se lesionó una rodilla justo antes de partir y
tuvimos unas cuantas restricciones los primeros días, además, a la llegada no
nos entregaron el auto que teníamos reservado así que tuvimos que reordenar
agenda, pero nos ahorramos el drama y nos acomodamos a las circunstancias,
total… no había mucho más que hacer.
Los primeros días estuvimos reconociendo
Barcelona, después de veinte años por allí, recordaba poco. Recorrimos
callejones encantadores y estrechas calles medievales, exploramos plazas, la
playa, anduvimos kilómetros y sumamos pasos a nuestra bitácora andariega. No
fuimos los únicos en ese plan, el planeta entero parecía haber escogido el
mismo destino… Las Ramblas, el Paseo Gracia, el barrio Gótico y el puerto viejo
estaban a reventar, una multitud variopinta en el mismo espacio con muchas
nacionalidades cerca. Africanos vendiendo copias de bolsos y lentes sobre
grandes mantas, listos a correr si aparecía la policía, chino japoneses tomando
fotos al cien, italianos alborotados y alegres, de todo un poco.
El comienzo de la noche era más
turismo-intensivo, tanto que en ocasiones resultaba agobiante, pero bueno,
fueron caminatas vibrantes, con muchas luces y un ambiente que obligaba a
mezclarse un poco, finalmente éramos una familia más entre tantas. Me gusta la
diversidad, me gusta oír varios idiomas, aprender palabras e intentarlas después
en las conversaciones de sobremesa, fue muy entretenido ver tanta gente a su
aire, sin que nada importara más que el paseo.
De esos días urbanos me encantó visitar
la Pedrera, caminar el Born, subir a Montjuic, descansar en el parque de la
Ciutadella, ver fachadas por ahí y recoger tesoros de la playa en la
Barceloneta y me sentí frustrada y estafada entrando al pueblo español. No
fueron precisamente días de calor, pero sí de mucha luz y cielo azul, el sol
brilló intensamente.
El sueño profundo y prolongado me
abrazo casi todos los días, hubo algunos sin embargo, en los que la noche se
hizo larga, el sueño me expulsó sin mediación alguna y esperé la llegada del
día siguiente concentrada en la respiración de mis chicos.... bueno, es que
despertar a las 5:00 am por esas tierras es la media noche misma.
… y así se acabó el año. Despedimos el
2019 en Barcelona sin brindis, uvas, espigas, ni campanada final, pero sí con
abrazos y deseando que el nuevo año esté lleno de posibilidades, traiga mucha
salud y nos mantenga alegres y serenos.
Continuará….pero, por ahora, fotos.