―denota negación―
Permanece
dando vueltas en mi cabeza
aquel
primer mensaje, esas palabras escritas con ligereza
desprevenidas,
sin revisión ni edición aparente.
Empezó
así un juego, que nada tenía que ver
con
emociones ciertas, ni con nada que se le pareciese.
Interés
por conveniencia.
Según
leía, sabía que no serían más que
mensajes
improvisados, una forma de escapar,
apartarse
de la rutina, palabras sueltas que empezaron,
lentamente,
a hilvanar una historia.
Y
si intento olvidarlo ―el mensaje, la historia―
regresa
con ímpetu, vaga sin rumbo, sin destino ni retorno.
No
resulta extraño, más bien todo lo contrario.
¿Algo a punto de suceder?
Entrenando con un poema en cien palabras