Somos encuentro

Somos celebración…Ayer celebramos la vida de la abue, que hace cien años llegó a este mundo y dejó una huella profunda. Un siglo de historias, momentos compartidos, risas que aún resuenan y abrazos que todavía se sienten.

La abue fue alegre, optimista, vivaz. Siempre con ganas de festejar en familia, de recibirnos en su casa con los brazos abiertos. Y, sobre todo, fue generosa, con su tiempo, con sus gestos suaves, con ese cariño que envolvía sin hacer ruido, pero que siempre se notaba.

Ella se fue, sí. Pero sigue acá. En las palabras que usamos sin pensarlo, en las tradiciones que repetimos sin darnos cuenta, en los gestos que nos salen solos. En los recuerdos que compartimos y las enseñanzas que no se borran. En la risa que vuelve en días como el de ayer… cuando algo, adentro, se acomoda. Encuentra su lugar.

Casi un siglo repasado a velocidad de vértigo, como si lo viéramos en diapositivas: un viaje por ayeres, recetas, peinados y decisiones que nos trajeron hasta acá. Un viaje de memoria y emociones. Somos el resultado de esa mezcla rarísima pero entrañable. Una constelación de gentes con carácter, con genio, con ternura. De los que disfrutan las sobremesas largas y las conversaciones que se estiran sin apuro.

Viendo el ayer en blanco y negro y a color, en un sábado alegre y lluvioso, celebramos su vida, su amor, sus historias. Las de todos…Somos los que agradecen con un abrazo, los que aprenden, se ríen y comparten lo que la vida trae. Los que se mantienen unidos por el afecto construido con los años. Los que celebran lo sencillo. Los que se miran con alegría, que escuchan con atención, que se abrazan con ganas.

Y en este reencuentro, también se sumaron nuevas voces. Integrantes que no llegaron a conocerla, pero que ayer abrieron el baúl de los recuerdos y, entre fotos, anécdotas y risas heredadas, encontraron algo de ese pasado. Algo que ahora también es suyo. Porque hay cosas que no se pierden, solo cambian de forma y siguen vivas en quienes las recuerdan.

Festejamos los cien de la abue, los ochenta del tío Mel, y entre helado, tepanyaki, torta de brownie, amarillo y pies congelados, sumamos años como si fueran medallas. No faltó el brindis, ni la piñata, ni las risas que vienen cuando la memoria se sienta a la mesa. Una vez más estuvimos celebrando el amor, la vida y el estar juntos. Con lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. Con esa unidad que, año tras año, nos sigue reuniendo. Y con gratitud por lo vivido y lo compartido. 

Porque sí, porque somos lo que nos atraviesa. Somos familia. Somos lo que amamos. Somos encuentro. Y porque también, entre voces mezcladas y memorias que se abrazan, entendimos una vez más que estar juntos es, quizás, nuestra mejor herencia.





PD: Gracias a la Tía Lu y gracias a mí, Ja!!! Y por supuesto, infinitas gracias a todos por venir. Nos encanta tener la casa llena de abrazos y sonrisas.


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