A un ritmo distinto

La salida de la metrópoli congestionada, la lista de reproducción en repetición, la multitud con ganas de desayuno en el mismo lugar, toda la ciudad con intenciones de pasar el festivo fuera.

La llegada al campo y esa armonía paradisiaca bajo el azul intenso, en medio del color y el aroma del bosque de pinos.

Los pollos horneados con leña, las mazorcas parrilleras, los vasos de vino, el menú que añadió un delicioso toque al sábado de sol.

El ascenso por senderos de paso lento, la mirada al horizonte y ese maravilloso regalo para los sentidos.

El páramo en el que disfrutamos, paseamos y brindamos. Una tarde que me devolvió a los recuerdos de la infancia, esos días en los que nuestros juegos no solo eran necesarios, también eran urgentes. Simplemente teníamos que divertirnos, aprovechar la ocasión, las ocasiones. También a los de adolescencia, esos en los que sueños de futuro eran lejanos y todo eso.

El escenario y el alojamiento diseñado para un descanso bucólico, oyendo sólo la brisa y algún pájaro y la oscuridad que invadía el entorno en una fría noche de luna y viento.

El reencuentro con las sensaciones del amanecer por rincones y sentires campestres. La salida a la aventura por los alrededores con el chiqui que me sigue la corriente y el capricho.

El segundo desayuno en la vecindad, los pensamientos terrenales ambientados con películas de toda índole en una conversación cinematográfica.

El almuerzo en la terraza, la sobremesa política y diversa, la tarde en búsqueda de postre, la llegada al pueblo hasta quedar atrapados entre un sinnúmero de turistas.

La panadería en la que compartimos helado, café, tortas y galletas, y el regreso a otra noche menos fría, más iluminada.

Otro despertar con las garzas que llegaron a saludar, las gallinas pastoreando y el perro queriendo bailar conmigo.

El sol acompañó los días y nada nos distrajo de vivir la vida como nos tocó, con la suerte del campo, las nubes, la familia y los paseos bajo la sombra de los eucaliptos.  Y ya está, tuvimos todo. Compañía, paisaje e instantes perfectos. Una de mis ideas de la felicidad. No hizo falta más.



















 

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