Otros días memorables
Dimos la bienvenida al 2020 con amor en Cadaqués, un
pueblito costero que nos encantó, de casas blancas, calles angostas, flores coloridas y gatos
vigilantes. Llegamos allí después de poco más de 2 horas a
bordo de Jym, nuestro coche estrella, y tras unos minutos de una ruta zigzagueante. Caminamos sin rumbo en la mañana, hicimos pic nic playero y nos fuimos de vinos a un cafecito taquillero. Recorrimos calles y cellecitas y llegamos a la que fue la casa de Dali, que por ser festivo, encontramos cerrada.
Descubrí en estas tierras la fascinación que producen los faros. Cap de Creus resultó asombroso, la puesta del sol es indescriptible y faltó tiempo para ver todo lo que estaba cerca. Tras un fugaz momento en las alturas, llenos de ilusión por algún día volver, emprendimos el regreso.
Descubrí en estas tierras la fascinación que producen los faros. Cap de Creus resultó asombroso, la puesta del sol es indescriptible y faltó tiempo para ver todo lo que estaba cerca. Tras un fugaz momento en las alturas, llenos de ilusión por algún día volver, emprendimos el regreso.
Al día siguiente fuimos a Montserrat. La llegada fue sorprendente, ascenso con
mucha neblina y una montaña rocosa imponente.
Pasamos un tanto de frío y de “estrés” por la majestuosidad del
monasterio. Mucha devoción, fe y un
paisaje peculiar. Hacía el medio día nos
alejamos de las multitudes y tuvimos jornada de reposo con chapuzón y sueño
cumplido en el mediterráneo. Bueno, sin exagerar que lo del chapuzón fueron
sólo los pies y lo otro, una siesta de no más de 10 minutos en la playa, aún así,
Sitges nos revitalizó. Nos encantó
pasear la ciudad en invierno, con poca gente y con la suerte de un clima super agradable.
Renovados y entusiasmados, nos aventuramos a cruzar la
frontera que pasamos sin casi darnos cuenta.
Después de 200 km, o por ahí, llegamos a Perpignan. No teníamos grandes expectativas pero
estábamos muy curiosos. El día fue genial, practiqué mi fluido francés que
causó gracia y me dejó en ridículo, caminamos por uno y otro lado viendo cómo
vive la gente por allí, comimos muy gourmet y terminamos en una playa en medio
de la nada a la que no sé en realidad por qué fuimos… El regreso fue un poco agotador pero valió
mucho la pena, no sé si por la ciudad en sí, o por lo bien que la pasamos y lo
mucho que nos reímos.
También tuvimos nuestra mañana medieval en Montblanc, muy
sencillito y sin grandes pretensiones, frío y algo solitario, con un café de
barrio que resultó delicioso y curiosamente, muy barato. La tarde la dedicamos
a Tarragona que gratamente nos sorprendió.
El día fue estupendo, la ciudad es bonita, tiene un casco antiguo muy
interesante y estaba casi sola para nosotros, fantástica. Pasearnos por sus
calles, visitar sus monumentos, llenarnos de su historia y terminar con uno de
los atardecer más bonitos sobre el
Mediterráneo, fue espectacular.
El paseo seguía y al otro día partimos a Tossa de mar. Este pequeño pueblo surtió una suerte de
encantamiento en nosotros, quizá por el azul deslumbrante del cielo y el mar,
tal vez por las rocas, por la tranquilidad de sus playas, por los miradores, no
sé. Lo cierto es que sentimos que fue un
rincón muy especial, tanto que a nuestra llegada coincidimos con los reyes
magos, ellos aterrizaban en parapente, o en algo similar, pero más ruidoso, mientras nosotros nos acercábamos tímidamente a la playa.
Dejamos para nuestro último día la Sagrada Familia.
Impresionante... no está terminada aún pero es de proporciones épicas. Me sorprendió, sí. Tengo un leve recuerdo de mi primera vez por aquel lugar, pero en esa ocasión no entré y bueno, esta era la oportunidad. Realmente es magnífica, llena de detalles. Después decidimos tomarnos lo que quedaba de día de vacaciones con calma, nos alejamos del bullicio callejero y abandonamos las
zonas turísticas. Emprendimos un
recorrido por calles cualquiera en las que vimos a la gente de allí en un
festivo más. Descubrimos un par de barrios bohemios, probamos una deliciosa
pizza de aguacate y rematamos en el puerto, con las gaviotas.
Terminó el paseo por aquí y
exprimimos al máximo nuestro tiempo, intentando aprovechar cada segundo. Me
encantaron estos días aventureros, de abrazos regalados, te quieros
espontáneos, ruidosas carcajadas y bailes improvisados. Descubrí que me gustan
las barcas pesqueras en la playa, que sí o sí hay que tomar vino en el almuerzo
diario, que cada día tolero menos a los fumadores, que viajar en tren es un
placer y muchas cosas más.