Mañana de festivo

 Empezar el ascenso y descubrir la esencia del bosque nativo. Perderse un par de horas en medio del camino de rocas, desconectarse y olvidarse de las tareas pendientes por un rato. Así anduvo la mañana, una muy azul, despejada y brillante. Una con la mejor de las compañías. Una que me trajo recuerdos de hace más de diez años, cuando el camino por el barrio se convertía en aventura de asombro permanente. Aunque todo cambia, y cada vez con más prisa, tuve por unos instantes la sensación de que todo permanece, lo esencial, claro.

Tuvimos suerte, en un arranque de espontaneidad partimos a la montaña. No llegamos a las antenas, nos quedamos en los miradores del camino, pero estuvo estupendo. Conversar sobre este y aquello, sobre todo de música, esa en la que gritan, se desahogan, se quejan del mundo, la fugacidad de la existencia y el paso del tiempo, también de flores y hojas. Logramos hoy una vista increíble, con frailejones como protagonistas absolutos, nos encantó la vida un poco salvaje que se respira desde lo alto, nos encontramos una salamandra, respiramos las nubes que se acercaban de a poco… Estuvo increíble. Definitivamente me fascina esta montaña. 









Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―