En cápsulas o partículas
Retomamos a veces, para un despertar en condiciones, la buena
costumbre del pan de masa madre hecho en casa y el café recién molido. Resulta
armonioso empezar el día así. Abro los ojos al amanecer, recibo un abrazo, me
llaman a la mesa, y ya puedo arrancar. Qué mejor!!! A veces me concentro en el
café, veo el humo que sale de la taza, tomo cada sorbo en calma, disfruto el
momento y me doy cuenta de lo afortunada, muy afortunada, que soy.
A veces camino, otras tomo fotos. En ocasiones estoy con mi
familia y de vez en vez con mis amigos, pocas veces estoy sola. Unos días leo y
otros apunto ideas y curiosidades. Unos días respiro verde, disfruto las
flores, otros las jornadas son urbanas. A veces parece absurdo el tiempo que
pierdo pensando, en algunas ocasiones siento que lo perdí, pero en otras es como
si se multiplicara.
De redes sociales a conversaciones en las que no asoma la duda…
todos saben manejar sus inseguridades, el desamor, la soledad, la
insatisfacción, la dependencia, el trabajo, la frustración. No deja de
sorprenderme cómo algunos están llenos de certezas. Verdad es que la vergüenza,
la aceptación y el aburrimiento se llevan mejor con los años, pero aunque la
vida se simplifique aún hay asuntos que no me quedan claros, misterios que sigo
sin resolver.
Salgo a caminar y me reconcilio un poco con el mundo y conmigo.
Asciendo, busco la cima, sin prisa. El sonido de la brisa y la compañía de los
pájaros que nunca veo me gusta. Acelero el paso, de vez en cuando por encima de
mis posibilidades, eso me inquieta, pienso que me cansaré al regreso, hago
pausa a veces, me quedo contemplando el verde o las nubes, me fascinan.
Vuelve
el gris, se instala la lluvia. Se enrarece el ambiente decembrino. El tráfico
no se detiene, se corre a comprar buñuelos, a alistar los instrumentos y a
preparar la voz para entonar el villancico desafinado.