Ahora, Barichara

Llegamos a Barichara, el pueblo patrimonio más lindo de Colombia, después de un viaje de casi 6 horas y una parada estratégica en el Socorro, con escala en el Patio para un almuerzo parrillero infalible, un éxito siempre…  Escribo el jueves 10 de noviembre, cuando ya ha terminado mi cumple, pero vengo acá a recordar un poco lo que fue, a tomar nota de cómo se vivieron ese par de días veraniegos de celebración.

Ya tenemos asimilado el cansancio que produce un viaje tan largo en tan poco tiempo, tres días para desplazarnos y disfrutar, no es suficiente, pero es lo que hay y es lo que aprovechamos. Los paisajes admirables, la exuberante vegetación, los ríos caudalosos, la brisa intensa, los insectos zumbadores, todo hace parte del paseo. Ahora, aun joven y bella, repasaré desde la llegada y dejaré por acá una que otra foto del acontecer en este finde extendido que recién pasó.

Después de una ruta destapada llegamos al hotel elegido, nueva selección y un acierto total. Bonita vista, habitación amplia, servicio insuperable. Desempacamos, recorrimos el que sería nuestro espacio y partimos caminando al pueblo, cerca de 4 kilómetros con ligeras inclinaciones. Barichara es un pueblo muy lindo, tranquilo, con un centro pequeñito, casas coloniales y una preciosa catedral. Hay un cementerio curioso del que ya había hablado por acá, algunos museos y está repleto de tiendas artesanales, restaurantes, cafés y pequeños hoteles de todo tipo. Ha estado lloviendo recientemente, creo que hubo pausa justo el finde, preciso para dejarnos disfrutar un clima estupendo, y el lugar estaba lleno de flores y varias plantas verdes y brillantes, además de varios pájaros, muchos amarillos, otros más con el pecho rojo, creo que cantaban todo el día.

En la tarde dimos vuelta por las múltiples callecitas entre mucha gente, tomamos el tradicional jugo, la cerveza helada y el milo frapé cerca de la iglesia, en el parque, y cuando cayó la tarde emprendimos el regreso, pero con la noche oscura preferimos volver en tuc-tuc.

El domingo, después de un desayuno nutrido y rebosante, tomamos de nuevo carretera y fuimos al parque Gallineral. Estuvo entretenido, podría estar un poco mejor cuidado, pero caminar entre senderos repletos de naturaleza tiene su encanto. Vimos tortugas, ardillas -me desagradan mucho-, coatís y muchas plantas. Además, el paseo al lado del río también resultó agradable y ver a la gente tomándose fotos es risible desde cualquier ángulo, incluso el mío que interrumpí un paso por estar agachada -en la peor pose- tomando una foto del camino de piedras. Resultó un poco vergonzoso el asunto. La mañana voló y dejamos el parque para ir a conocer Curití. Vimos artesanías, un pueblo en calma, con perros amigables, un parque lleno de vida, pero sin ruido, nos gustó también. Una la larga nube blanca empezó a posarse en el cielo y pensamos que llovería, pero duró poco, nos dejó disfrutar el entorno en paz y secos.

Regresamos para un rico almuerzo, casual y en soledad, bueno, casi. Todo estaba repleto, pero encontramos un oasis de calma con buen menú y muchos espejos. Con el corazón contento y la barriga llena, en plan peatones nos dedicamos a conocer y reconocer muchos de los sitios habituales, aquellos que visitamos siempre, también calles empinadas y placitas con esculturas tradicionales, estuvo divertido. Volvimos al hotel y con luna llena tuvimos noche de jacuzzi, risas y canciones. Intenté afinar, no lo logré, intenté cantar alguna canción completa, tampoco, resulta que solo nos sabemos canciones infantiles y bueno, hicimos remembranza.

El día de mi cumple madrugamos a caminar, fuimos al pueblo. En el recorrido un grupo de gatitos se acercó a saludar, me recordó los caballos que el año pasado también me quisieron felicitar, resulté doblemente celebrada.  En el pueblo hicimos pausa para un café y un par de frutas, dimos vuelta y cerca de las 8 estuvimos de nuevo en el hotel.  Encontré sorpresa, no solo tenía una bonita decoración, también había flores y frutas y todos estaban listos a cantar y a darme sus mejores deseos.  Con todos me refiero a los del hotel, que además de ser cómplices de la sorpresa, prepararon todo con esmero.  Desayunamos delicioso y pasamos la mañana entera bajo el sol. Repetimos jacuzzi y nos aventuramos al agua helada de la piscina.  No prosperó mucho aquello de la natación, algunos chapuzones, un par de veces cruzando los 17 metros de extremo a extremo y sería todo, realmente el agua estaba muy fría.

De almuerzo nos fuimos de nuevo a El Socorro, una pizza ansiada y esperada por muuuuucho tiempo nos dio tiempo de conversar y seguir conversando….la sobremesa nos tocó en el auto porque se hacía tarde y teníamos ya que tomar carretera para volver a la city.  Así, contentos, sin preocupaciones, sin afanes, llegamos a descansar.  Así, querida y feliz terminé la celebración, la primera de ellas, de un cumple más. El brindis quedo pendiente, la vela también, pero los buenos deseos, los abrazos, los besos, las llamadas y los múltiples mensajes me alegraron un montón. Salud por estos 46 que empezaron con pie derecho.












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