Revelaciones de martes

Conversaciones que agobian… repletas de diminutivos, eufemismos, frases hechas, lugares comunes… qué aburrido.

A veces encuentro en el espejo una mujer valiente, fuerte, independiente y capaz de todo, otras, una más sensible y vulnerable y, de vez en cuando, una muy divertida que no se toma demasiado en serio y vive tranquila.

Estudié en un colegio católico, con monjas, no sé bien por qué... Sin embargo, nunca, ni cuando más peque, logré conexión con un ser superior. Lo cuestioné todo y las respuestas nunca me llegaron, me dejaban con más inquietudes, sigo inquieta. Mi vida espiritual se reduce a agradecer la existencia desde lo alto del páramo, a respirar conscientemente y a concentrarme, cuando puedo, en la respiración acompasada de mi hijo.

Omitir el bullicio e ignorar el afán, contemplar el comienzo del día y así arrancar a diario.

A veces miro hacia atrás y veo mis huellas, llegó a mi infancia. Queda lejos mi niñez, pero recuerdo mucho. La ropa que usaba, lo bien que me sentía con ese pantalón violeta metalizado que me ponía siempre con camiseta azul de rayas… mi peinado con colas que después fue corte de niño, los autos de la casa y sus problemas mecánicos, las canciones de las propagandas, todavía canto algunas, los dibujitos animados del sábado por la mañana, pequeños gigantes e imagínate… y mi kikoso, la mejor Navidad, jamás.

Me sorprende la forma en que se le presta atención a muchas cosas en simultánea…. No sé la calidad de la atención, claro, no sé tampoco si durará mucho ese ritmo. Me agota.



 

Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―