Otro día de noviembre
Muy temprano. Siempre que puedo salgo a pasear para ser feliz un rato. Jueves, hace
viento, está frío dentro y fuera. No llueve, hoy el cielo está despejado.
Escucho pájaros, veo a la gente caminar delante de mí, la adelantó, echo un
vistazo a las nubes y sonrío. Tengo que ir a la oficina, pero al menos puedo
dar mi vuelta matutina. Tarareo una
canción que recuerdo, no muy alto, no vaya a ser, no queremos testigos de la
desafinación. Regreso a casa, pienso en todo lo demás, todo será. Pues eso...
Me marcho.
Media mañana. Compañía oficinística. Actualizaciones, hablar de esto y aquello,
disfrutar el momento, divertirse del panorama funesto. Un plan que sigue siendo
tan terrenal y humilde… toda una ventaja del mundo 1.0. Me instalo en la sala de juntas, más espacio,
menos ruido, soledad. Respondo correos, chats, actualizo documentos, me voy de
lunch.
Pausa de almuerzo. Mala elección. Menú hipercalórico en soledad, ni siquiera rico. Café
en el museo para compensar. Aunque no compensó tanto porque estaba en obra,
pero bueno…llegaron las nubes y alcancé sobremesa compartida.
La tarde. Trabajar y seguir trabajando.
Final de la tarde. Me encuentro un ratito con Mer. Nos ponemos al día, nos morirnos de risa y casi lloramos, esas pequeñas cosas…. pero acordamos que será posible vencer la adversidad.