De diversión
y burla. Aun cuando pretendo
concentrarme y atender, mente y cuerpo se resisten y prefiero divagar.
De
existencialismo. Puedo estar conmigo misma traduciendo permanentemente mis
pensamientos, algunos ligeros, otros de lo más complejos.
De
naturaleza. He aprendido a escuchar las ramas de los árboles, no solo el canto
de los pájaros.
De
autoconocimiento. Descubriendo a esta altura que soy pausada, reflexiva para
algunas cosas, imprudente, espontánea y torpe para muchas otras.
De silencio.
Sin ruidos, ni estruendos, aunque también sé gritar.
De bienestar.
Porque me educaron con capacidad para ser responsable y feliz.
De
cotidianidad. Costumbres y rutinas que se instalan y producen calma y
tranquilidad.
De memoria.
Recuerdos que se enredan con los pájaros al viento.
De nostalgia.
Ausencia de encuentros espontáneos y diversos con amigos y familia, gente
maravillosa a la que quiero volver a abrazar.