Así, sin anestesia
Tuvimos una estupenda cosecha para empezar el año: papas, lechugas, cebollín, cilantro, zanahorias. La huerta estuvo muy productiva, aun cuando el verano se instaló y no ha dado tregua. La vida, radiante y fugaz, ha tenido un poco de todo: las vacaciones y el comienzo de año afectado por el intento permanente de superarme, ese esfuerzo una y varias veces fallido. Ni pasos, ni agua, ni trabajo constante, solo papel y lápiz. En mi recuento queda lo que me marcó: los momentos compartidos, las risas, los paisajes, las emociones, y esa conexión con los demás y con la naturaleza. Lo que más me emocionó fue regresar, no hay nada como volver a casa. Lo que más me costó fue retomar el trabajo, ese esfuerzo de arrancar de nuevo, como si el tiempo y el espacio se hubieran diluido en el regreso. Y lo que quedó pendiente, lo que siempre queda pendiente, fue alimentarme mejor, sin sobrealimentarme. Empieza el año y de alguna manera, siento que está a punto de cambiar el curso de la historia. Pero es...