Emocionante y bellísimo
Algo
de París en retrospectiva, navegando entre recuerdos. Aunque cada día tuvo su
propia historia, una o varias, me quedaré con una pequeña colección de lo mejor
de una ciudad invernal. Nos saltamos los
villancicos tradicionales y los buñuelos este año, pero recordaré París por
muchas sensaciones y por la alegría que nos produjo recorrer sus maravillosas y
espaciosas calles, por los largos y entretenidos recorridos a lo largo del
Sena, por sus plazas, parques, iglesias y sus bellísimos edificios.
Conseguimos
un apartamento que lo que mejor tenía era la ubicación. Obviamos el metro casi
siempre. Caminamos largo, lento, pero con la emoción por ver la ciudad en vivo
y la potencia de nuestras piernas llegamos lejos.
En
las pausas vimos a la gente con sus prisas, a los turistas igual de asombrados
y entusiasmados que nosotros, los vimos ir y venir a todos mientras la vida
transcurría como de costumbre, pero al otro lado del océano. Comentamos y
adivinamos los dimes y diretes de los que se cruzaban, comimos chocolates de
los que nos gustan, nos reímos, descansamos. Escuchamos músicos, pianistas en
concierto callejero. Todo al mismo tiempo.
Anduvimos
por varios de los imprescindibles de la ciudad, pero omitimos el Louvre por
multitudinario y extenso, hicimos más de una hora de fila para visitar el Museo
de Orsay y entramos como Pedro por su casa al de Arte Moderno. Los dos nos
gustaron mucho, pero el primero lo recorrimos con otros cuantos y así perdió un
poco de gracia. Igual nos gustaron mucho varias pinturas… Monet, Van Gogh,
Degas, Renoir, el museo era una estación de tren, entonces solo entrar ya fue
entretenido. Encontrar el reloj inmenso y famoso también tuvo su toque de
emoción, el autorretrato de Van Gogh y las Lilas de Monet, igualmente. En el
MAM el asunto anduvo en calma absoluta, y las obras también tenían su encanto,
quizá lo disfrutamos más.
Creo que nunca había entrado a tantas iglesias, batí récord, me gustaron mucho. Son enormes y creo que arquitectónicamente tienen bastante mérito. Notre Dame estuvo increíble, entramos sin fila, estaban en misa y fue bonito. Las demás también me cautivaron, por algún motivo que desconozco siento mucha paz cuando entro, y bueno, además estaban más calientes que la calle, así que nuestros recorridos admirando vitrales, columnas, esculturas, pinturas, valieron muchísimo la pena.
Comenzando semana, el 23 de diciembre tuvimos la dicha de un inmenso cielo azul. Cero nubes a la vista. Fue una mañana esplendorosa y partimos a visitar el Sacre Coure. Subimos muy temprano, aprovechamos un rato con poquísima gente, pero en breve la calma se suspendió y llegaron todos, muchos, muchísimos. Salimos a tiempo de allí. En el camino vimos tiendas con vestidos extraños, como de otra época, pero vigentes al parecer. Vimos un poco de todo, la pasamos muy bien. La ruta que comenzamos ese día nos llevó por diversos lugares, conocidos muchos, algunas calles por ahí pérdidas, o bueno, los perdidos éramos nosotros, pero conocimos, nos divertimos, nos congelamos y aprendimos también un tanto. Luego, en desorden, estuvimos por la Sorbone, el Panteon, los jardines de Luxemburgo, Pompidou, el canal Saint-Martin, Saint-Germain, tanto más, y por supuesto de las librerías me enamoré. También de las panaderías y las chocolaterías. Me entretuve con los inviders, para mi fueron cocineros. En fin, el paseo en Paris estuvo repleto de momentos que fueron felicidad.
Pero al margen, la sensación de cachete insolado, creo que por el viento, me acompañó siempre. Mis ojos afectados también. Parece que cualquier soplo que arrastra polvo los encuentra cansados y los enrojece, los hace sangrar. Eso lo más evidente y terrorífico, pero las ojeras no dieron tregua tampoco.
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