Distracción

Salgo. No sé qué va a pasar. A dónde me llevarán mis pasos. Qué rumbo tomará mi mirada. Cuánto alcanzarán a ver mis ojos. Por dónde pasará mi mente. Qué camino escogerá mi intuición. Me emociono.

Regreso. Todo sigue a medio hacer y medio concluir. Parece que avanzo entre lo real y lo imaginario. Siento que trabajo con demasiados personajes difusos y una enorme distancia me separa de lo práctico e ideal. Y en breve llega febrero, en dos segundos se esfuma el tempo disponible y creo que los esfuerzos se diluyen. Quizá el buen ritmo que imaginé no aplica en estos escenarios. O quizá todavía no salgo de la anestesia en la que estoy inmersa desde que arrancó el año. Aunque me he obligado a pensar por encima de mis capacidades. 

- ¿Y cuál es el problema? Al final, siempre se trata de lo mismo: de prestar atención y dedicar tiempo. 

- Pues eso, ando de viaje hacia lo irreal y el tiempo no permanece inmóvil, se reduce como la luz en invierno.




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