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Mostrando entradas de agosto, 2024

Un capítulo más

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Se acabó agosto y pasó de todo. Anduve un poco fragmentada y algo dispersa en medio de sueños sueltos y flotantes, esos que se instalan en mi cabeza después de días elásticos, o que surgen porque tomo gotas de pasiflora. No sé. El mes se esfumó como sus vientos, pero dejó sensaciones y emociones que viví en medio de encuentros, paseos, visitas, caminatas y ascensos… y también en el trabajo, sobre todo en el trabajo. Con muchas copas de vino y más trozos de chocolate de los recomendados, dejaré atrás estos días que fueron entre bonitos, apacibles, burgueses, aburridos y agotadores. Tuvieron de esto y de aquello, instantes de penumbra suavemente iluminados, sonrisas en familia, brindis con amigos, paseos por el campo, conversaciones superficiales, cine, música, cafés larguísimos, miradas cómplices, dudas y lucidez. Me gustó encontrarme con mis amigas del trabajo anterior en un rato de desahogo sobre lo que quedó atrás, con mis amigos peligrosos para compartir una copa en un jardín de...

Intermedio

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De nuevo en la ventana. El almuerzo se demora, hoy están con casa llena y no soy prioridad. Mientras tanto, a la espera, disfruto del juego de los reflejos de la luz sobre el vidrio, no sé si es por el viento… busco un poco de abstracción que calme el hambre. Estoy sola y veo más allá que el resto cuando el azar conspira para que me cruce con la luz; la música de este lugar me gusta, me siento a veces en Brooklyn, otras en Porto, otras cuantas aquí no más, sitios que me gustan, donde la he pasado muy bien caminando por ahí, en la calle, en las plazas y parques. Desde el minuto uno percibí que este lugar sería rico, huele siempre muy bien, pero también que la atención tenía muchas oportunidades de mejora. He pensado no volver, demasiada seriedad en el servicio, como si las sonrisas dolieran o costaran, pero el menú está bien, saludable, sabroso, la atmósfera del lugar también me gusta.  El bowl no llega y me traslado a otro momento, entre conversación y conversación. Es curioso, aun...

Cambio de ruta

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La vida real tiene instantes. Unos pedalean, otros caminan, suben, bajan, vienen, llegan, todos de nuevo a clase. En el trayecto percibí el empuje de la juventud dando muestras de su pereza y escondiendo el entusiasmo, dejando escapar alguna sonrisa, y también la voz saltarina y curiosa de los más chicos, impacientes por llegar. Así la mañana cerca del cole. Después de acompañar al joven, tomé impulso y aceleré el paso. En diagonal llegué pronto a la 100 y me lo tomé con calma después, estuve a tiempo, un poco más acalorada que siempre, pero muy bien. Anduve por otras calles, me encontré con personajes completamente fuera de la realidad, un par no más, una presencia más o menos circunstancial, pero suficiente para reflexionar por un instante, mientras el viento me atravesaba bajo un cielo pálido. Encontrar el equilibrio no ha sido fácil desde que cambié de trabajo, un asunto en apariencia tan sencillo, pero creo que hoy fue un día amable. Tomaré como buena señal una conversación so...

Matices

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Martes con sabor a chocolate amargo, frambuesas, las pocas que quedaban, y nueces de cerebrito. Me faltó el vino, pero prefiero las copas en compañía, sola no se me da. Además, ya estoy en pijama, y así, pues menos. Después de recopilar soportes para la declaración de renta, de agobiarme un tanto con lo que puede ser el asunto, repaso la irrelevancia del quehacer del día. Si no fuera porque anduve en sesión de acupuntura, la jornada no habría tenido nada sobresaliente, al menos los pinchazos dieron un toque después de una tarde soporífera; ah y en el trayecto a la consulta también hubo sobresalto… la cantidad de marihuana en la 15 impregna la calle, parece habitual, hacía un tiempo no pasaba por allí y sentí el rastro al pasar, quedé sumergida y volada en una nube densa. Pero el sobresalto fue mayor cuando tomé el taxi de regreso a casa, la conversación del conductor con un colega evidenció el peligro en la vía, pero en serio, no me cabe duda alguna, la vida parece no valer nada en alg...

El sonido del viento

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El reflejo de la cotidianidad de la city en un lunes que empezó semi-despejado, con un cielo en el que alcancé a contar nubes. Fue solo durante un ratito, porque me distraje en otro asunto y porque en menos de nada el azul dio paso a un blanco grisáceo… como todo, se esfumó. Avancé pensando en todo lo que haré en un futuro cercano, pero como siempre que pienso en mil planes, es posible, altamente probable, que no haga nada de eso.  Sin embargo, me entretengo. Soy experta en idear el destino, el resultado, fallo un poco en el paso a paso, pero luego, claro, cuando ya lo tengo casi todo de un cachito, llega el momento de la realidad, abandono, cambio de planes. No importa, lo vivo un poco mientras lo imagino, de otra manera, sumergido en la inmensidad. Me reto, pero a veces parece que no entiendo la vida ni el mundo real, me es ajeno mucho de él. En medio de dispersiones, me encontré de nuevo con el señor que siempre está recogiendo basura y dejando la calle impecable, ese que me sal...

Se me van cerrando los ojos...

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Es domingo. Amanece soleado. Desayunamos en la terraza. Salgo a caminar, voy a la montaña. Enfrento la ausencia de aventuras reales, pero dentro de mi surge la duda, el suspenso, incluso hay acción.  Tiene encanto que aparezcan por azar, de la nada, emociones misteriosas. El paisaje afuera, los campos de maíz y la tierra arada lista para otra siembra.  Pasos, palabras que invento mientras avanzo, imágenes que capturo, la vida con sus árboles balanceándose, pinos y eucaliptos al viento. Los pájaros diminutos alborotan el entorno, tienen la panza muy amarilla y se confunden con las hojas, pero pelean entre sí y vuelan, van de rama en rama. El regreso y una pausa, dejar ir lo que queda de la mañana, las conversaciones viendo al horizonte, los silencios. El encuentro de nuevo para la parrilla, las preparaciones, las copas, los brindis y las historias del ayer. El final de la tarde con café en el pueblo y una aventura real con Pancho persiguiendo al bus para no tener que ...

Somos demasiados

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Un sábado en la city. La mañana con pocas ganas de empezar jornada, me quedé en la cama viendo los incitadores, una peli ligera, pero entretenida, esperando que el joven despertara. Luego las actividades domésticas que me cuestan y se hacen lentas por mi falta de habilidad. Después la calle. El reflejo azul tras un cielo plomizo que deja pasar muchos rayos de sol y pone el ambiente húmedo. El recorrido veloz para llegar al cine antes del mediodía. El terror en escena sin mucho que resaltar, bueno, quizá la edición no estuvo mal, algunas interpretaciones sobresalientes, pero una historia con final predecible. El regreso al barrio, compartiendo opiniones sobre la película, con menos sol, pero todavía calor.  La humanidad, la masa, los autos, las filas, esa sensación de desorden. Quizás ha sido siempre así, claro. Compartir espacio con todos. Caminar en medio de los sonidos urbanos, buscando sombra. Intentar mesa en crepes, desistir porque, como es obvio, había que hacer fila. Cambiar...

Temas de hoy

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Despertarse y respirar, dar una vuelta en la cama, volver a dormir, quedarme profunda, levantarme asustada y correr, correr, llegar a tiempo, con tiempo suficiente, pero un con un peinado despeinado y mejillas de un tono rojo intenso que casi no desaparece de la piel. Una mirada al espejo… pff, es viernes, ¡qué más da! Después de recuperar un poco el aliento e intentar componer en algo la apariencia, empecé la labor, a las carreras también, pero se sentía aletargado después de la maratónica llegada. Creo que reduje como 13 minutos el recorrido, bastante más de un minuto por kilómetro, o sea, realmente me desafié, imprimí velocidad y me lo tomé en serio. La energía se fue agotando con el pasar de las horas, a media mañana ya tenía hambre y a mediodía quería salir corriendo nuevamente, pero en busca de almuerzo y café, y así fue. Me lo tomé con calma, me senté en la terraza, con vista a la calle, escogí sopa de tomate, algo picante, mi bowl favorito con pollo y quinua y estuvo. Un pl...

Dicha diaria

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Con el cielo cubierto de nubes me detuve un tanto a contemplar el paso de los vagones. Tres veces pasa el tren mientras avanzo, siempre los veo, pero hoy hice pausa hasta que se acabó. El tren y sus vagones, la falta de estaciones y de andenes. Primero cinco vagones anunciando la llegada a cada cruce, luego diez con locomotora y finalmente otros cinco. Después me entretuve con la gente que compra pan, lo lleva en bolsa de papel, y antes de cruzar la puerta de la panadería ya está mordiendo el primer pedazo, me pregunto si llegará a destino. Disfruté el trayecto de jueves en todas sus dimensiones, todas sus versiones en simultánea. Lo particular y lo cotidiano. Me gusta ver cómo va la gente, sus trajes, algunos cómodos, otros muy abrigados, no entiendo por qué tanto, cada vez menos tacones. Los peinados deshechos de muchos y los muy estilizados de otros.   También las despedidas, una mujer que se baja de la moto de su pareja, permanece apoyada en su hombro un instante y toma impulso...

Agosto se empieza a agotar

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Todo empezó siendo demasiado grande para mi mente y nuevo para mi mirada, pero he ido acomodándome a muchas y muy diversas circunstancias laborales, incluyendo la presencialidad y las numerosas tareas, no todas con mucho sentido. Otro mes que terminará, se nos está yendo como tantas otras cosas, dejará de suceder, se sumará a los agostos que ya ocurrieron, pero creo que faltan muchos por venir. O no. Mientras tanto, continúo aprendiendo, intentándolo. Los días ocurren uno detrás de otro y yo avanzo en la labor, disfrutándola pocas veces, aburriéndome casi siempre. Si lo pienso un poco, sólo un poco, es absurdo que me queje, por eso lo evito. La vida me trata bien, he tenido suerte, es solo que preferiría otro plan para los días de semana porque me siento sin propósito ni guía, en un ambiente de cielos color acero... tan así que parece que nada tiene sentido. Qué fácil pasar de la felicidad absoluta del finde al cansancio anímico que llega por falta de estímulo, pero sabré tolerar los...

A un ritmo distinto

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La salida de la metrópoli congestionada, la lista de reproducción en repetición, la multitud con ganas de desayuno en el mismo lugar, toda la ciudad con intenciones de pasar el festivo fuera. La llegada al campo y esa armonía paradisiaca bajo el azul intenso, en medio del color y el aroma del bosque de pinos. Los pollos horneados con leña, las mazorcas parrilleras, los vasos de vino, el menú que añadió un delicioso toque al sábado de sol. El ascenso por senderos de paso lento, la mirada al horizonte y ese maravilloso regalo para los sentidos. El páramo en el que disfrutamos, paseamos y brindamos. Una tarde que me devolvió a los recuerdos de la infancia, esos días en los que nuestros juegos no solo eran necesarios, también eran urgentes. Simplemente teníamos que divertirnos, aprovechar la ocasión, las ocasiones. También a los de adolescencia, esos en los que sueños de futuro eran lejanos y todo eso. El escenario y el alojamiento diseñado para un descanso bucólico, oyendo sólo ...

Suma y sigue

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Subir la persiana enrollable, abrir la ventana, huir con la mirada confusa y dispersa. Mientras tanto, la vida transcurre con total normalidad, se ignora la urgencia laboral y la insatisfacción del día de encierro, se pasan por alto esas tareas que se hacen, pero no aportan. Allí está la lenta transición entre la mañana y la tarde, el letargo cuando el día no avanza, con algunas adversidades que se omiten porque el cielo todavía está azul, porque el viento sopla suavemente y se lleva las hojas secas de un lado a otro a un ritmo propio. … La deriva de las cosas que se me ocurren frente a la pantalla, cuando cierro la ventana, impresiones y emociones que se desvanecen. Me quedo pensando en el árbol maltrecho que tengo enfrente, parece invernal, pero está enfermo, como el de la vecindad de mi madre y el de la finca. Y entonces recuerdo, como siempre, otra vez, lo que ha sido desde el lunes… Encontrar aquella música disonante, salvaje y caótica y no inmutarme Omitir tantas reglas y métod...

Refugiada en un café

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El mundo está loquísimo. Parece que ahora todo es un no parar, urgencias que aparecen en un gesto o en una sombra. Intentar planes, buscar soluciones, pensar alternativas. Vengo con frecuencia por acá, a mediodía o de sobremesa. En la tarde deja de ser uno de mis lugares favoritos. Demasiado calor, demasiada gente, mucha pose, más ruido del que me gusta. Ahora prefiero la intimidad, la armonía que no se ve, pero se siente. La perfección de lo hogareño y cotidiano. Instantes breves que, sin mucho esfuerzo, aparecen, espontáneos. Esos que siguen ahí́.

A buen paso

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Los pasos son fuente de felicidad, alegran mi día. Camino, quedarme quieta podría llevarme a la locura, a otra locura. Avanzo sin excusas, sin perder ni un segundo, perdiéndolos todos a veces. Camino para que algo suceda y se vuelva realidad. Prefiero ignorar el ruido de la ciudad que se percibe más en quietud. Avanzó a paso rápido con la mirada en alto, parezco más cosmopolita, pero el impulso me dura poco, me distraigo con todo. Imagino historias una y otra vez, las escenifico, creo protagonistas y algún personaje secundario, les pongo banda sonora y las vidas avanzan entre escena y escena. Duran poco, dos actos a lo sumo. Entre una calle y otra ya estoy en el ayer, en una canción, o en el andén roto que evita que el recorrido sea parejo. En los trayectos me acompañan relatos en podcasts, planes a los que les doy vueltas y recuerdos. Suelo recordar mucho. Demasiado, quizá́. Más los momentos felices con la gente que me he encontrado en el camino. Se que la memoria puede estar manipu...

Una verdad a medias

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Un día a día insignificante. Se percibe como una mujer total que puede con todo. Pero semejante ser. Toda una subnormal que arma drama y crisis por cualquier cosa, como si se tratase de asuntos de gran relevancia. Causa terror, casi parece que de verdad fuera de vida o muerte, cuando en realidad se refiere a que alguien ha dejado de hacer una minucia o ha hecho una minucia extra. Le gusta ver el miedo que provoca en los demás. Es algo primario e intenso, debe adorar sentirse dueña del poder. Asume que todo lo que dice merece ser escuchado y aplaudido. Los mira sin verlos, siempre tiene los ojos muy abiertos, pero les habla sin mirarlos de verdad, como si fueran un estorbo que solo perturban su paz con su presencia y su existencia. Pienso en cómo ha sido capaz de mantenerse en tantos lugares haciendo que los demás padezcan su engaño. No entiendo porque nadie le replica, nadie le contradice, nadie la manda a callar. Seres humanos infelices manteniendo por inercia y pura desidia la situac...

Una sonrisa congelada

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Un día que comenzó azul y brillante, con la sensación del tiempo detenido en medio de algunas esquinas atestadas de gente. Hago una pausa para comprar agua gasificada y leer un poco antes de aterrizar en el sexto piso, pausa que se ha convertido en parte del ritmo habitual de mis días recientes, pausa que está siendo mi manera de alterar sutilmente mi puntualidad. Hay una pareja con cara de tragedia en la mesa de enfrente. Debería abandonar, quizá́ no es para ella. El desamor empieza como una sensación punzante y angustiosa y después pasa el tiempo sin que nada pase, hasta que muere en silencio, poco a poco. A veces se convierte en recuerdo. Otras, sólo se olvida. Se me ocurre que es mejor fluir porque no hay nada más triste que aferrarse a algo que nunca volverá́. Sin embargo, a pesar de las limitaciones del amor, de lo que algún día fue, su imperfecta y fugaz existencia vale la pena. Casi siempre. Miles de realidades pequeñas y todo eso que no entiendo. Porque tal vez no hay nada que...

Espléndido y feliz

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Al abrir los ojos, con la luz cálida del día que empezaba reflejándose en la puerta, tuve la sensación de haber descansado realmente. Se siente bien despertar así, una extraña sensación de calma luminosa. En el curso de esta frenética semana habíamos salido ya una vez a plan familiar y hoy repetimos. Sería poético que estos  instantes mágicos durasen un poco más…Definitivamente he descubierto que todavía espero sorpresas. Ahora, después de una larga caminata, hay más marcas del sol en la piel y algunas señales que empiezan a permanecer en mis pies, pero nada me gusta más que caminar en días de sol con un poco de frío, oyendo las historias de mi hijo. Ha sido un domingo primaveral en expansión constante. Rebosante de luz.

Instantes infinitos

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Creando luces, brillos de un sol soñado. Pasa el tiempo, imagino que es mejor buscar el calor celeste, acoger el ritmo acompasado de la brisa suave y dejarse acariciar por lo que trae el viento. Va y viene. Con una botella de dark red brindamos con las ilusiones de siempre, enamorados, cansados, pero contentos. Celebramos que estamos vivos, juntos, contentos como si fuera la primera vez con todo y lo que la vida ha cambiado. Con la energía de estos muchos años por acá, con planes, proyectos, como hace ya tiempo. Tranquilos, confiados. Estoy donde quiero estar. Se ríen de mí, me hacen reír. Un sábado de agosto en el campo con el jardín florecido.