Dicha diaria
Con el cielo cubierto de nubes me detuve un tanto a contemplar el paso de los vagones. Tres veces pasa el tren mientras avanzo, siempre los veo, pero hoy hice pausa hasta que se acabó. El tren y sus vagones, la falta de estaciones y de andenes. Primero cinco vagones anunciando la llegada a cada cruce, luego diez con locomotora y finalmente otros cinco. Después me entretuve con la gente que compra pan, lo lleva en bolsa de papel, y antes de cruzar la puerta de la panadería ya está mordiendo el primer pedazo, me pregunto si llegará a destino. Disfruté el trayecto de jueves en todas sus dimensiones, todas sus versiones en simultánea. Lo particular y lo cotidiano. Me gusta ver cómo va la gente, sus trajes, algunos cómodos, otros muy abrigados, no entiendo por qué tanto, cada vez menos tacones. Los peinados deshechos de muchos y los muy estilizados de otros. También las despedidas, una mujer que se baja de la moto de su pareja, permanece apoyada en su hombro un instante y toma impulso para un abrazo largo y un beso de hasta pronto. Un par de chicos que van con sus audífonos grandes, entusiasmados con algo que los hace mover la cabeza de un lado a otro y un tercero que los lleva alrededor del cuello, pero parece ir igualmente entusiasmado. Casi no me cruzo con niños, no es frecuente verlos, sobre todo desde que empezaron de nuevo las clases, pero hoy pasó uno y se asomó un destello de ternura. Se debió sentir observado, me miró a los ojos y sonrió, me pregunto en qué estaría pensando. En fin, imaginé historias varias, las de los incautos con los que coincidí, los que iban pasando.
Comentarios
Publicar un comentario