Somos demasiados
Un sábado en la city. La mañana con pocas ganas de empezar jornada, me quedé en la cama viendo los incitadores, una peli ligera, pero entretenida, esperando que el joven despertara. Luego las actividades domésticas que me cuestan y se hacen lentas por mi falta de habilidad. Después la calle. El reflejo azul tras un cielo plomizo que deja pasar muchos rayos de sol y pone el ambiente húmedo. El recorrido veloz para llegar al cine antes del mediodía. El terror en escena sin mucho que resaltar, bueno, quizá la edición no estuvo mal, algunas interpretaciones sobresalientes, pero una historia con final predecible. El regreso al barrio, compartiendo opiniones sobre la película, con menos sol, pero todavía calor.
La humanidad, la masa, los autos, las filas, esa sensación de desorden. Quizás ha sido siempre así, claro. Compartir espacio con todos. Caminar en medio de los sonidos urbanos, buscando sombra. Intentar mesa en crepes, desistir porque, como es obvio, había que hacer fila. Cambiar de menú, pero no dejar de sentir a la gente cerca. Un día de congestión, denso, lento y caluroso. La ciudad a veces nos exprime y me hace extrañar el campo, me siento desubicada si no estoy allá el finde. Es como un día sin reposo, acelerado, entre el ahora y el jamás. No estuvo mal, estuvo repleto de gente.
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