Un capítulo más

Se acabó agosto y pasó de todo. Anduve un poco fragmentada y algo dispersa en medio de sueños sueltos y flotantes, esos que se instalan en mi cabeza después de días elásticos, o que surgen porque tomo gotas de pasiflora. No sé. El mes se esfumó como sus vientos, pero dejó sensaciones y emociones que viví en medio de encuentros, paseos, visitas, caminatas y ascensos… y también en el trabajo, sobre todo en el trabajo.

Con muchas copas de vino y más trozos de chocolate de los recomendados, dejaré atrás estos días que fueron entre bonitos, apacibles, burgueses, aburridos y agotadores. Tuvieron de esto y de aquello, instantes de penumbra suavemente iluminados, sonrisas en familia, brindis con amigos, paseos por el campo, conversaciones superficiales, cine, música, cafés larguísimos, miradas cómplices, dudas y lucidez.

Me gustó encontrarme con mis amigas del trabajo anterior en un rato de desahogo sobre lo que quedó atrás, con mis amigos peligrosos para compartir una copa en un jardín de mi nueva zona la laboral, visitar a la familia y disfrutar los paisajes de la infancia, desayunar con los tres gatos y actualizarnos a la velocidad de la luz, conocer nuevos lugares y probar otros platos, pasar una noche acompañada de música de plancha cantando y riéndonos, subir de nuevo al cerro y tomar changua con vista a la montaña… Se fue agosto y fui siendo en medio de pequeñas conquistas diarias. En medio de todo, parece que en este rápido mirar el balance ha sido positivo. Confiaré en que lo está por venir, también.





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