El sonido del viento
El reflejo de la cotidianidad de la city en un lunes que empezó semi-despejado, con un cielo en el que alcancé a contar nubes. Fue solo durante un ratito, porque me distraje en otro asunto y porque en menos de nada el azul dio paso a un blanco grisáceo… como todo, se esfumó. Avancé pensando en todo lo que haré en un futuro cercano, pero como siempre que pienso en mil planes, es posible, altamente probable, que no haga nada de eso. Sin embargo, me entretengo. Soy experta en idear el destino, el resultado, fallo un poco en el paso a paso, pero luego, claro, cuando ya lo tengo casi todo de un cachito, llega el momento de la realidad, abandono, cambio de planes. No importa, lo vivo un poco mientras lo imagino, de otra manera, sumergido en la inmensidad. Me reto, pero a veces parece que no entiendo la vida ni el mundo real, me es ajeno mucho de él.
En medio de dispersiones, me encontré de nuevo con el señor que siempre está recogiendo basura y dejando la calle impecable, ese que me saluda y me desea el mejor de los días con una amplia sonrisa. También con la señora que pasea un perro fastidioso que no deja de ladrarme y parece siempre estar deseando zafarse de esa correa. Los más entretenidos de la ruta son los estudiantes que van llegando a la universidad tarde, sus conversaciones cuando se encuentran, los que andan muy deprisa con el desayuno en mano, los que caminan sin dejar de ver su teléfono… mis compañeros de ruta. No los reconozco a todos, son varios kilómetros, pero con algunos me cruzo con frecuencia, los siento cercanos, no todos perciben mi presencia, no saben que los identifico, menos que imagino sus vidas y que me acompañan a diario. Me gusta ver a la gente así, sin artificio, exhibiendo su actuar sin filtro.
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