Pensamientos deshilvanados

Miércoles. Llueve en Bogotá. Hace frío también, pero no tanto. Amanecemos con noticias de violencia y corrupción, qué raro... como siempre. Marco de gasto de mediano plazo... burocracia, paraísos fiscales, evasión de impuestos.

Corrupción, incompetencia política y falta de pericia ejecutiva, así estamos. Como siempre, con algunos matices. Ningún cambio todavía. Estamos en una época muy, muy jodida… o sea, sin novedad. Intentando arreglar los problemas con una única e incuestionable solución, y pues no. No sabemos qué va a ocurrir y, siendo sincera, el panorama no tiene buena pinta, pero habrá que confiar. Aunque es un tanto aburrido.

Se mueve la gente, se van los que creí malos, llegan otros que son peores. Bueno, luego los conozco y hay alguno que se salva, pero son los menos. Escasea racionalidad, falta pensamiento crítico, sobra pelear por asuntos irrelevantes. ¿Será eso lo único que da la tierrita? ¿No serenos capaces de formar una sociedad más amable y humana? 

Me causa curiosidad malsana la gente de certezas absolutas. Será envidia quizá, yo no sé casi nada con seguridad. Sólo estoy segura de que me gusta abrazar a mi hijo, ver y oír el mar,  recorrer montañas, sentarme a la mesa con un desayuno colorido y en buena compañía, con mis personas favoritas. Creo saber quiénes son los seres a los que quiero y a los que no soporto, pero eso cambia ocasionalmente.




Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―