Por estos días
En mi tiempo y espacio con días de sol encendido, de
brisa suave que se torna en vendaval, con cielos cambiantes, lluvias
esporádicas y sacudidas que alteran mis intentos de serenidad. Queda lo que se
recuerda y recuerdo lo que escribo, así que una vez más un resumen de la semana
desde el finde.
Sábado de páramo.
La jornada comenzó helada, fue una mañana entre nubes. Pancho puso calor y
color con un desayuno casero que más pareció brunch: huevos en el
término perfecto, pan de masa madre, fruta, café, mermelada de frutos rojos y
queso asado delicioso. Estuvo ideal para llenarme de energía y salir a recorrer
la montaña. Llegué otra vez a la cima y se sintió estupendo.
Domingo con amanecer frío y gris.
Subí al pantano, me gusta ver el agua que brilla, los pájaros que cantan. Se
siente agosto, se siente el viento que todo lo empuja y todo lo mueve.
Lunes. La presencialidad laboral y la experiencia urbana
fuera de mi entorno habitual son a veces imprescindibles, o no, pero
obligatorias sí. Una mañana de trabajo a medio ritmo. La oficina me resta
productividad, sin embargo, la caminata por la Macarena en soledad y la torta
del cumpleaños del mes hicieron el día.
Martes. Mi pobre cuerpo, no le queda otra que llevarme a
todos los lados. De nuevo me fui de ascenso citadino y como no es tanta la
inclinación, intento imprimir velocidad, he mejorado el ritmo, pero me falta un
montón. El mediodía estuvo diferente, con otro rumbo para el almuerzo,
aprovechando el tiempo también para preparar el comienzo del año escolar.
Mitad de semana.
La contradicción, el atrevimiento, un día entre fascinante y abrumador. Salí de
mi espacio y en lugar de observar los comportamientos y actitudes de otros,
como hago con frecuencia, esta vez pensé que estaba siendo observada. Después
el regreso a casa. Monstruosa, caótica y colapsada, así está la City. Cuando manejar
largo, enfrentando el apuro de todos enredados en un tráfico del mal, se
convierte en desafío monumental, queda respirar un poco, ignorar el entorno, poner
música, cantar, mandarlos a todos al carajo y ya está. Casi dos horas después, llegué
al hogar.
Ayer… avanzaba en mi tarea, aquella que perturbó mi paz
laboral por estos días y de repente la realidad de lo humano, la perspectiva,
la dimensión del instante, todo mientras la tierra nos recordó que es
indomable, que no está bajo nuestro control, que se mueve cuando está incómoda
y que le da lo mismo si nos incomoda. Nos asustamos un poco, intentamos
mantener la calma y salir cuando tocaba. ¡Pero vaya, la cotidianidad se
distorsionó!
Hoy. Empezar jornada muy temprano, volver a la oficina,
hablar del temblor, estar en reuniones, trabajar, más reuniones, más trabajar…
almuerzo multitudinario de celebración cumpleañera y regresar a casa, volver a
conversar y a seguir conversando.
Y así estuvo todo, fueron días en los que advierto lo compleja y
simple que es la vida. Otros que revuelven el espíritu, también el cuerpo, y
justo en esos procuro actitud budista. No espero nada, dejo que las cosas pasen
y evito la ansiedad, aunque no resulta siempre, claro. Y bueno, avanza el mes y
se acabará otra vez mi contrato, el panorama no está despejado, pero por lo
pronto seguiré con mi vida, viviendo y disfrutando.