Elegir y renunciar
Mi sueño de anoche, o de esta madrugada, giró en torno a una larga
lista de elecciones que derivaban en otras cuantas renuncias. Desde la empanada
de pino que me hacía dejar de lado la de queso, hasta el tren de París a
Londres que evitaba que tomara el avión de París a Madrid. A quién le contaba
mis decisiones y lo que implicaba el descarte de las otras opciones, lo ignoro,
pero sí recuerdo mi frustración al no poder tenerlo todo. Y pensando un poco en
aquello, en decidir, elegir, optar, preferir... me vino a la mente más del
egocentrismo natural.
Me gusta tener flores cerca, muchos libros por leer, una ventana
por la que asomarme a ver las nubes.... no quiero tener que tomarme todo tan en
serio, no quiero darme demasiada importancia. El mundo ya es complicado y vivir
siempre implica riesgo, así que prefiero algo de color y mucho de serenidad.
Soy una mujer en repetición, única, pero me repito todo el tiempo:
los mismos asuntos, las mismas fotos, los mismos sonidos, las mismas palabras,
sobre todo eso, bueno, también paseos repetidos y así.
El mal genio me dura poco aunque puede ser muy intenso y mejor no
tenerme cerca cuando estoy de malas. No tengo fuerza de voluntad, muy poca. He
aprendido a soportar cuando algo me sale mal, se me daba fatal antes, pero
después de que nació mi hijo procuro ponerlo todo en perspectiva. Soy una
bailarina frustrada, otra sería mi vida si hubiera tenido algo de ritmo, aunque
no sé si sería mejor. A veces hago cosas que considero fenomenales por un
instante, enseguida las veo bastante mediocres... después las veo como son, a
veces buenas, otras nefastas.
Cuando voy al supermercado me pido comprar las cosas ricas, esas
que elijo más por capricho que por necesidad: quesos madurados, vinos,
chocolate amargo, alguna mermelada, frutos secos... Para lo demás, lo que
alimenta de verdad, delego la responsabilidad.
Mi memoria es selectiva, pésima para algunos asuntos y prodigiosa
para otros. Pero lo malo es que a veces es horrible para lo que necesito
recordar. Retengo detalles absurdos de instantes brevísimos, y olvido cosas
obvias y evidentes que me facilitarían la existencia, como por ejemplo, el
lugar en el que me estaciono. Lo bueno es que no me olvido de las personas que
me han dado una mano ni de las que me han hecho feliz.
Y en esta semana que se va quedan huellas de paseos a la montaña
en el finde, almuerzos familiares conociendo lugares, recorrido en bus a la
oficina, kilómetros por la vecindad, tarde de parque, celebraciones y
trabajo... Veremos qué trae marzo.