Señales en gris

Despierto contenta, chispeante, ingenua, un pelín desordenada... Me miro al espejo. Canas nuevas. La realidad me pone en mi sitio. Tengo 46, claro. Me miro otra vez. Reflexiono. He tenido una vida con momentos buenos y malos. Muchos de unos, pocos de otros. He experimentado el miedo, la tristeza, el placer y la felicidad suprema. Soy mamá, ha sido de lo mejor, sin duda. Me miro otra vez, cómo es posible, ya tiene tono plomizo. Parece que entre la prisa y el despiste he pasado por alto las transformaciones. Amo mis recuerdos y agradezco a las personas que me han acompañado, aquellas con las que me he cruzado y de quienes he aprendido, cada vez son más. Cada mañana me alegro de empezar el día acompañada y de disfrutar una taza de café con un desayuno colorido, mi mejor momento. Y, por supuesto, me alegro más cuando además puedo salir a caminar e imaginar, a habitar un mundo paralelo al que habito. Quizá por eso omito lo de las arrugas, las manchas, los poros, las canas. Aparecen, surgen y no puedo hacer mucho, o si, pero da pereza, prefiero así, silvestre, al agua y al sol, como alguien me dijo una vez.


Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―