Se acaba el año
Aún en diciembre seguimos un poco invernales, menos
que antes, pero el agua sigue cayendo. De la nada, después del cielo despejado,
me sorprenden las gotas de lluvia que se deslizan por la ventana y la
inclinación del árbol que tengo en frente, por el viento.
Me elevo... lo que requiere que regrese y vuelva a
leer los mensajes e informes que ya había ojeado. La parte buena de mi historia
diaria pocas veces está en el compu y sus tareas, por eso en cada jornada elijo
mi propia aventura.
De repente noto que, inexplicablemente, una imagen
llega a mi mente desde un pasado distante. Me elevo de nuevo. Estoy dispersa.
Absorta en una especie de trance melancólico cambio pasado y pienso en futuro,
en todas las cosas que no he hecho, en el tiempo libre que se escapa, en los
lugares que pretendo visitar... la lista cada vez es más larga y el tiempo cada
vez más escaso. Hago conciencia de la pequeñez de mi perspectiva. Y el sauce…
se fue otro año y sus ramas siguen cabizbajas. No hace tanto estaba alegre y
frondoso, pero la vida, su vida, es irrepetible.
A veces se siente el mundo al borde del precipicio o
soy yo que en ocasiones me siento inmersa en escenarios que no entiendo, que ni
siquiera parecen reales. Pero prefiero que las cosas no me importen tanto,
dejar que sucedan sin tanto control. A esta altura quizá mantener mi vida
relajada, avanzando libremente sea la mejor opción.
Y bueno, así, una vez más, entro en el remolino de
fantasías y a este paso, sospecho que perderé lo que queda del día… Tal vez iré
por un café, quizá un helado, o mejor todavía, una copa.