Otra vez el páramo

Salí al campo frío todavía con la luna de la madrugada. Me sumergí brevemente en la experiencia de las nubes envolventes, un poco de aire fresco y la sensación de energía intensa que contagia la cercanía con el verde del páramo. Es la naturaleza extraordinaria de la montaña, toda esa luz, los aromas, los sonidos del campo. Veinte kilómetros alegres, quizá un poco más, de nuevo los perros se sumaron a la ruta, otra vez el esfuerzo trajo su recompensa.  Me canso un poco en el ascenso inclinado, pero lo disfruto sin igual.  En un largo diálogo conmigo misma, entro en un juego de percepción y de perspectiva, lo disfruto.  Todo se ve bonito en la montaña, se siente lindo estar por acá, respirar profundo, recibir el sol, sentir la tibieza mientras avanza la mañana. 

La vida está llena de instantes indeterminados y sublimes, sucede algo especial cada día y a veces no soy consciente de su ocurrencia. Hoy, al salir, la luna estaba esplendorosa... acompañó un rato y se desvaneció, pero la disfrutamos. Me gusta darme cuenta cuando estoy feliz.








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―denota negación―