Primero de octubre
Creo que contando en este espacio algún recuerdo por
ahí, una vivencia tergiversada, una ilusión, también algo de ficción, voy poco
a poco escribiendo mi versión de quien soy y de cómo es el mundo para mí.
Seguiré en ello. Esta vez con lo que ha sido hoy y con lo que terminó
septiembre.
Espejo. La imagen que me devuelve en la mañana, al salir de
la ducha. La de la noche, antes de ir a dormir. De una mirada carente de
sustancia y destrozada por la furia de una noche en vela a una con carácter
después de haber resuelto los asuntos del día.
Intento diferentes sonrisas buscando la que mejor me
queda, pero pierdo el foco, no puedo evitarlo, me impresionan las arrugas, que
de ligeras y difusas se han convertido en hondas y profusas. Como las canas,
han dejado de ser escasas y brillar como rayitos… ahora soy una mujer canosa. A
lo mejor exagero un poco, pero no tanto.
Curiosidades en mi cueva.
Cambio en semana el paisaje verde por mi cueva oscura, pero tengo ahora una
ventana por la que entra luz, tenue, pero luz al fin. Aunque creo que así mi
lugar perdió parte de su personalidad. La reorganizo. Recorro mi espacio y me
doy cuenta de que se leen libros, se piensa, se resuelven problemas, se sueña,
se ve la vida de otro color y se transitan otras dimensiones. Encuentro trozos
del ayer y me gustaría tener acceso a mi mente en esos momentos.
Mientras arreglaba, cuantas más cosas iba considerando
y descartando para el reciclaje, más me sorprendía la claridad con la que me
acordaba de las personas que he sido en cada momento, de muchas de las historias
vividas, hasta el punto en que en la mayoría de los casos, lo primero que venía
a mi mente eran las risas o los pesares, algunos de ellos diluidos entre
recuerdos del colegio, tareas y onces de muchas tardes de universidad. Hay
escenas que permanecen en la memoria por sus protagonistas, o por su final.
Pero es indudable que son muchas las veces en que han sido las emociones
compartidas las que han convertido esos momentos en instantes inolvidables.
Encuentro ciertos detalles peculiares relacionados con
mi historia, extraños vínculos entre los personajes de mi infancia,
adolescencia y tierna juventud y los recuerdos que habitan este espacio que me
han parecido interesantes. Papeles, cartas, fotos, novelas con apuntes,
recuerdos bonitos, ideas del ayer que quiero creer a pies juntillas que son
verdad porque la vida es mucho más bonita si lo son. Sin embargo no es algo a
lo que haya que darle demasiadas vueltas. Lo que veo son retazos del pasado, se
trata nada más y nada menos que de mi vida.
Comenzamos mes. Estamos de regreso a
nuestro espacio abierto. Campo, aire puro, todo adecuado para un ascenso de
sábado en la mañana.
Mi viaje casi siempre es en solitario, esta vez no fue
la excepción. Me gusta tomar las decisiones en la ruta: escoger a dónde ir,
cómo ir, rápido, despacio, decidiendo sin pensar o en una conversación conmigo,
escogiendo lo que quiero para mí y para mi cuerpo. No siempre alcanzo la
cumbre, pero siempre llego a mi propia cima. Total, la vida, está llena de
posibilidades, y escojo las que mejor me resultan.
Tarde. El esplendor del campo después de un almuerzo
acompañado con vino espumante y fresas reverdece y brilla.