Sobredosis de carbohidratos
Recapitulando lo que ha sido… días de ausencia.
Sábado de pocos y lentos pasos. Un desayuno colorido
para empezar la jornada, hipercalórico, con la compañía de Charlotte y Lila,
viendo al horizonte. A veces, la soledad produce una incómoda fascinación,
dejar la dinámica de la inmediatez, avanzar con ritmos más pausados bajo un
cielo blancuzco, lleno de nubes lentas, densas, tiene encanto. Así se fue el
día, caminando sin rumbo, en libertad, aprovechando mi espacio de independencia
y autonomía, amando despreocupadamente.
Domingo de amanecer rosa. Los despertares de madrugada
traen regalos ocasionales y a veces me maravillo con unos especialmente lindos.
Después de un desayuno por partes en el que me serví platos extra de frutas,
partí a la loma. Llegué solo al pantano, contemplé el brillo del agua por un
rato que no percibí largo, pero que sí lo fue un poco, y regresé. La tarde
anduvo de conversaciones y series, más de unas que de otras, de reposo a la sombra
del sauce enfermo y de chocolates varios, desde jet hasta trufa. Así hasta el
regreso. El camino estuvo congestionado, parecía que estábamos de vuelta con la
ciudad entera. Sin embargo, con mi música y algunas palabras en alemán que
practicaba el joven, el tiempo pasó veloz.
Ayer... comenzar semana después de un finde relajado
cuesta un montón, sobre todo porque además de arrancar, hay que ir a la
oficina. Pero el día estuvo tranquilo, bueno, intenso, pero sin dramas. Perdí
un tanto el tiempo en una mañana de buenas intenciones sin mucho resultado, me
salté el almuerzo, anduve por la ciudad a pie, percibí en pocas calles el
consumo vertiginoso, la tecnología, el ocio. Procuré recuperar las horas de la
mañana, no lo logré, regresé a casa. Un retorno diferente, lento por instantes
y frenético a la vez.