Otro ritmo
Ahora traigo por acá algunos recuerdos isleños de aquellos días de
reposo en los que se terminó el año. Llegar a Chiloé después de más de 20 años
de haberla conocido, me sorprendió y emocionó un montón. Tuvimos días veraniegos con un clima
espectacular que nos dejó disfrutar magnificas jornadas. Desde el cruce del canal de Chacao todo
anduvo de maravilla. El azul del mar, reluciente
por el cielo despejado, nos dio la mejor de las bienvenidas a la isla.
Nos instalamos en un Palafito en el que nos atendieron muy bien y
en el que disfrutamos ricos desayunos caseros, con aquellos panes artesanales,
horneados allí mismo, con los que mi voluntad se rompía enseguida. Castro es entretenido y está lleno de rosas,
nunca había estado allí y me gustó la onda del pueblo, a pesar de las pésimas
decisiones arquitectónicas que encontramos, tiene encanto. Encontré reflejos de la tradición cultural de
la isla por todas partes. Dimos vuelta
por sus calles en soledad. El día de
Navidad no había muchos turistas y los lugareños parecían estar encerrados. Visitamos
la plaza de armas al atardecer y fuimos a Chonchi para ver la caída del
sol. Empezaron allí los desafíos con el
peque. Lanzar piedras se ha convertido
en su particular genialidad.
En semana nos entretuvimos viendo la cotidianidad de los isleños,
perros y personas van a su ritmo. Me
llamaron la atención las iglesias, parte de los tesoros patrimoniales de la
Isla. Imagino la cantidad de carpinteros
que debe haber y me sorprende que las tejuelas de alerce sean tan resistentes. Era bonito entrar a cualquier lugar y al
primer encuentro descubrir la madera aromática a la vista.
Los chilotes son de semblante dulce, demasiado diligentes, siempre
amables y tranquilos, parece que la vida por allí transcurre un poco más lento
y nadie pareciera estar nunca de afán. Me gusta esa sensación.
Conocimos lugares sorprendentes.
Cucao y sus bosques, la suave y perfumada brisa en medio de una playa repleta
de flores amarillas. Nos aventurarnos al muelle de las almas, exploramos el
camino sin mucha información. Avanzamos, seguimos la ruta y frenamos de golpe
ante lo que nos deparaba el entorno. Contemplamos en quietud lo magnífico del
paisaje desde los acantilados. Alcanzamos el muelle y buscamos
una pista sobre el destino, sobre lo que vendrá.
Fuimos a Dalcahue, a la cascada de Tocoihue, visitamos la isla de Quinchao