Power infinito

El último domingo de enero lo dedicamos a una expedición familiar.  Hace varios años tenía intenciones de cruzar a la Pradera por el cerro y bueno, encontramos el momento.  Con un despertar iluminado en el que la luna nos saludó por un lado y el sol brilló por el otro, partimos en ascenso. 

El nivel de dificultad del camino no es mayor, sin embargo, las intensas inclinaciones con tierra y piedras sueltas lo complicaron un poco.  Muy atentos a cada paso evitamos desfallecer y rodar sin freno…. Caí un par de veces, pero nada grave.  Mis coequiperos, firmes y valientes, delinearon el camino y todo fluyo.  Fue un paseo asombroso, nos encantó, la vida se ve bonita desde allá.  Disfrutamos la quietud que queda una vez deja de soplar el viento, ese paisaje tranquilo, sosegado, brillante con la luz del sol y el intenso azul celeste.

Avanzamos respirando con los árboles, con actitud viajera, asombrándonos con cada rama; cada trozo del camino nos regaló algo, fue toda una experiencia, llena de magníficos momentos. Sin duda las caminatas al aire libre son estupendas, física y emocionalmente.  El recorrido termina con el río, el sonido del agua nos acompañó en el último trayecto y le agregó un toque especial al final del paseo.

El campo nos ha permitido vivir intensamente... con todas las emociones del caso hemos ido dejando atrás el agobio que nos ha traído, en mayor o menor medida, este comienzo de año.





















Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―