Andanzas del finde

 

De nuevo anduve por el vecindario, descubriendo caminos y nuevas rutas. Reporto éxito relativo. El sábado, conocedora del entorno, dueña del cerro, ascendí sin preocupación alguna, disfrutando una bonita mañana en la que el sol poco a poco se fue haciendo más intenso, tanto que tuve que cubrir mi cara por completo. Olvidé los lentes y la mirada empezó a hacerse cada vez más pequeña, así que tomé decisiones drásticas, con lo cual me convertí en la loca verdadera. No solo camino hacia atrás para no afectar la rodilla que no puede con mi peso en los descensos, sino que me camuflé hasta volverme un enigma total. Sin embargo, los pocos con los que me crucé respondieron mi saludo, una vecina más... sin rostro.

Hoy el paseo fue estupendo, una jornada extrema en la que por unos minutos estuve pérdida.... Después de un rojizo amanecer en el que pájaros y flores despertaron frescos luego de la lluvia nocturna y le aportaron más color y exuberancia al paisaje, partí hacia el Valle.  Todo bien, inclinaciones pronunciadas y suaves descensos, nada fuera de lo normal.  Supongo que me entretuve viendo las nubes o las ramas de los árboles al viento y sin darme cuenta, me perdí. Invadí propiedad privada y dejé de ver el pueblo y el Tablazo, que son mi referencia siempre. Empecé a sentir que no era el camino correcto después de haber bajado más de un km, justo cuando un helicóptero comenzó a sobrevolar.... pensé que había descubierto otro sendero, pero no. Llegué, después de casi otro km, a una casa peque y al final del camino.... no podía creer que tanta tierra fuera de alguien, pero así parece, tuve que dar vuelta atrás y comenzar a subir, huyendo de perros alevosos y esperando que el helicóptero, que cada vez veía más cerca, no me fuera a sacar por los aires por andar donde no debía.  Recogiendo mis pasos me di cuenta de que había atravesado dos puertas muy grandes, pero nunca las vi, entré como dueña y señora, pero no salí igual.... nada grave, por supuesto, pero se me da bien hacer drama de las cosas y como estaba sola y el celular no tenía señal, mi imaginación empezó a producir historias asombrosas. 

Avezada e intrépida decidí continuar por el camino largo, desafiándome una vez más caminé hasta Ventorrillo y tomé el trayecto con mayor inclinación de la ruta, me acompañaron un par de perros amigables y solidarios, me esperaron hasta que llegué a la carretera y casi vienen conmigo a la casa, adorables. Así terminaron los más de 30 mil pasos de hoy, fue una mañana exigente, repleta de belleza y resplandor.












Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―