Encuentros asombrosos con la naturaleza


Muchos de nuestros mejores momentos en aquellos días de felicidad intensa... la naturaleza es maravillosa. 
Los días en el desierto estuvieron destinados a conocer y disfrutar. De principio a fin el segundo día de aventura fue un no parar de sorprendernos.  Con ligera inquietud, dotados de un celular sin datos, pero con mapas offline, partimos a recorrer varios de los puntos de interés en la ruta del desierto.
La primera parada, en la que en realidad no nos detuvimos mucho, fue Toconao. Sol, mucha tierra, polvo y ni un alma. Literalmente en la mitad de la nada. O se trataba de un pueblo fantasma o asustamos  a sus habitantes y salieron todos a esconderse... Nadie en absoluto apareció. Un breve recorrido y continuamos nuestro andar.

Nos desviamos un poco de la carretera principal y tomamos el camino al salar de Atacama, sin saber qué íbamos a encontrar.  En realidad, todo el recorrido fue igual, íbamos a ciegas, dispuestos a ver bonitos paisajes y nada más. Así fue, quizá descubrimos los mejor de la zona, o tal vez estábamos alucinados con tanto color.  El salar nos pareció impresionante, un lugar espectacular. La inmensidad blanca y suave... y lo mejor, nadie a nuestro alrededor. 
Un instante irrepetible. En silencio absoluto como quizá nunca antes habíamos estado, los tres felices y contentos de compartir momentos imborrables. La majestuosidad de la naturaleza y nosotros, ínfimos seres de este universo, con una vida bonita y nada más, para qué más???






Un poco más adelante del salar, encontramos la laguna Chaxa, con flamencos de rosa pálido que aportan tonalidades diferentes al lugar. Unos cuantos visitantes y un guía llamativo que parecía muy de la zona, pero en realidad creo que era un chileno muy chileno de cualquier comuna de Santiago.







El camino continuo en ascenso... claro, después de desafiar la seguridad del camino asfaltado y obedecer las recomendaciones de Google Maps que nos mandó por una trocha en la que vino muy bien tener 4x4. Un par de vueltas hacía la cordillera y nuestro encuentro con animales en estado salvaje.  Adoré las vicuñas, de cerca y de lejos me parecieron increíbles. 



Poco a poco nos encontraríamos con nuestro destino principal, Piedras Rojas.  De los lugares que visitaríamos en el paseo era quizá uno de los más lejanos. Fue una visita espectacular.  No sabíamos bien si lo que veíamos era sal o agua congelada, tal vez había un poco de las dos. Realmente es un sitio para disfrutar por largo rato, sino fuera por el fuerte viento, que baja bastante la temperatura. Tuvimos la suerte de disfrutarlo a solas también porque cuando llegamos un par de tours estaban de salida.  Fue una jornada de contacto puro con la naturaleza.









Nos perdimos otro par de lagunas que sin duda deben ser maravillosas, nos gustó tanto estar arriba que bajamos cuando ya iban cerrando, así que será para la próxima. Quedo mucho sin conocer y seguro habrá una nueva oportunidad.  
La última parada ante de llegar a San Pedro fue en Trópico de Capricornio, para la foto y para disfrutar la carretera en absoluta soledad, nuestro auto, Daniel dormido y nosotros sin más.  En realidad el aviso es anuncio del "monumento" que hay unos metros al oriente... nada significativo a decir verdad, pero detenernos ahí, observar nuevamente la aridez del desierto, los volcanes que lo rodean, el silencio de las inmediaciones, valía mucho la pena.
Un largo día que finalizó con cena en el pueblo, cortesía de Ignacio y familia.  Platos ligeros, cero alcohol, preparándonos para lo que vendría al día siguiente.

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Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―