Pensamientos al viento
El gusto por recorrer, por avanzar entre cerros, por descubrir
todos los tonos posibles de verde, el cambio del paisaje, de las frutas y los
aromas hace que me fascine viajar por carretera, cambiar de altitud y de clima
en menos de nada. Es la suerte del trópico, la misma que ahora nos tiene bajo
el influjo permanente del agua. Pero la vida continua en medio de las aguas mil
del mes, aquellas que no han dejado de caer, las mismas que acompañan las
noches heladas de esta fría y desordenada ciudad. Sin embargo, después de la
pausa de la semana anterior, las rutinas han cambiado, la lluvia y la tos del
peque no nos ha dejado salir a caminar… son días fríos y grises en la quietud
del hogar. Jornadas cómodas y estables mientras afuera se cae el cielo.
Mientras tanto, imagino seguir la vida sin rutinas laborales,
leyendo, escribiendo, paseando y comiendo pan de masa madre con mermelada de
damasco o frutos rojos. También recuerdo historias incompletas que han dejado
huella, tal vez eran así, era todo.
Pienso en conversaciones recientes, en lo que digo, lo que leo y
oigo. Me descubro un poco cada vez, o me
desconozco quizá, porque dejo que algunas genialidades efímeras fluyan por ahí,
tengo instantes pasajeros en los que pierdo la razón, y a ratos soy un tanto
impotable, poquísimos, pero existentes, es locura transitoria, solo eso, o que
de pronto a veces entiendo mal la vida.
En fin, una suma de contradicciones, con cosas que por supuesto me molestan un tanto, pero también me encantan un poco.