Turisteando en Manizales y alrededores
De todo un poco en la semana que pasó. Además
del relajo de los días de descanso y del disfrute de la nueva morada, tuvimos
tiempo para conocer y reconocer la zona. Nos encantó. Tuvimos planes
gastronómicos, naturales, urbanos e históricos, sin duda fue un paseo completo
en el que disfrutamos pequeñas y grandes cosas.
Comenzamos con un almuerzo de celebración en Silente.
Probamos platos deliciosos, brindamos y disfrutamos la mejor torta de naranja
jamás y un merengón de gulupa sorprendente. Tuvimos tarde de playa en Solario,
con copas, música ligera y ambiente caribeño cerca de amplios cultivos de
guayaba. Visitamos nuevamente la Catedral, los vitrales me encantaron una vez
más, quizá los admiré con más calma en esta oportunidad. Tomamos café
"con altura" en la Terraza
de un piso 23 y desde allí nos preparamos para lo que sería el ascenso al corredor
polaco. Con un recorrido muy bien guiado subimos los 400 escalones que nos
llevaron a la cúspide, desde donde tuvimos una fantástica panorámica de la
ciudad. Tuvimos suerte porque además del escenario completo, nos tocó el
atardecer y pudimos ver cómo poco a poco se fueron encendiendo las luces en una
tarde que no estuvo tan fría. Para algunos la subida fue todo un desafío, se
enfrentaron al vértigo de la altura, pero asumieron y vencieron. Fue un
buen plan, sencillo, bonito y muy entretenido.
El viernes Santo nos fuimos de plan a una quebrada. Con
curiosidad y emoción exploramos una ruta en la que como nunca avanzamos entre
el agua. Con las herramientas necesarias el camino se fue abriendo y cada
rama que se interponía se iba despejando, las que no también, jajaja, pero esa
es otra historia. Así, en calma y con cuidado, muy atentos a cada paso,
recorrimos un sendero natural bajo la sombra de los guaduales. Fue un
paseo refrescante y muy divertido. Terminamos empapados, embarrados y
contentos.
El sábado, terminando ya los días de pausa, nos refugiamos de la
lluvia durante la mañana, pero con un poco de ánimo y mucha hambre, organizamos
plan para almorzar fuera y conocer un poco más. Con fríjoles y otras
delicias típicas almorzamos en la Chocolera y emprendimos camino nuevamente a
la ciudad. Fuimos a conocer la torre de Herveo, una estructura de madera
que sostuvo el cable aéreo que iba de Manizales a Mariquita hace muchos
años. Desconocía la historia así que además de sorprendente fue
novedoso. Además, me asombró por completo pensar que la gente atravesaba
el páramo por ahí con poquísima protección... la altura y el frío eran un
verdadero desafío. Dimos vuelta por la la
facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional que también nos gustó y
terminamos la tarde y la aventura semana santera en el Tambo, con café y otra
vista bonita del paisaje cafetero.