Colombia es bella, sí que lo es
Después de un verdadero camino serpenteante,
repleto de vegetación alrededor, llegamos a Salento. Sin detenernos, tomamos el
camino del Valle y alcanzamos el destino más esperado del paseo, al menos para mí.
Y luego, en el pueblo, callejeando, como solemos hacer, entre tiendas
llamativas, con contraventanas de madera colorida y artesanías por todos lados,
transcurrió el día. No tuvimos suerte con el menú elegido para
almorzar, pero el postre fue sin igual.
Después del desafortunado almuerzo, subí 238
escalones para llegar al mirador, sin compañía pero con entusiasmo, alcancé la
cima por el camino del viacrucis. Por un lado está el pueblo y por el
otro el valle. Allí se puede pasar la tarde admirando el paisaje o
caminando hasta el río… cosa que no hice porque esperaban por mí.
Finalizamos la jornada de vuelta a las calles de Salento para un hasta pronto y
compritas de última hora antes de regresar a Pereira.