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Mostrando entradas de junio, 2025

Descubrimiento

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He descubierto… que algunos insectos me gustan. No en plan poesía urbana, no. Insectos reales, de los que sobreviven a todo. Bueno, no, no me refiero a las cucarachas, pero sí a las arañas. Hay algo en ellas que me fascina. Seres mínimos, con una lógica más clara que la mía. Verlas moverse con precisión entre las grietas del cemento me devuelve una extraña sensación de orden. Están ahí. No hacen ruido, no llaman la atención, pero sostienen todo un sistema. Me gusta verlas trazar sus hilos. Esa mínima estructura. Esa posibilidad de que algo se sostenga con casi nada. También me gustan las hormigas. Aunque he sido víctima de sus dientes —por mi torpeza, claro. Ellas iban en fila, haciendo lo suyo. Mi pie descalzo se interpuso en su camino. Justo.  Y qué decir de las abejas. Son magníficas. Hay algo en su forma de existir que me conmueve: trabajan con rigor, vuelan con elegancia, llegan a las mismas flores que llego yo. No hay revelación mágica. Solo dejar que el asombro exista. Que r...

Ritual

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Unos tienen su fe, otros el tarot.  Yo tengo mis paseos por el jardín, por la montaña. Cada uno encuentra su forma de hacer las paces con lo incierto.  La mía es mirar una hoja nueva, tocar la tierra húmeda, dejar que las preguntas respiren un rato...y dejarme sorprender por el color brillante de una flor, o por una abeja concentrada en su labor. Más allá de lo racional, todos buscamos algo que nos ayude a sostener frente a la fragilidad. Algo que nos permita traducir lo que sentimos cuando no encontramos palabras.  Algunos rezan. Otros leen cartas. Yo camino.

Bosquejo

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Es sábado, se oscureció ya. Llovió, salió el sol, estuve horizontal casi todo el día. Además del paseo por el jardín en la mañana, creo que no hice mucho más, nada. Empezamos a ver Twin Peaks con el joven y no pudimos parar. Entender este presente tan extraño parece cada vez un asunto más complejo, así que, del color de las flores, la forma de sus pétalos, el tamaño de las hojas y su movimiento al viento, pasé a sumergirme en el misterio de esta serie y, bueno, se nos fue de las manos. Se acabó el día. Otra vez. Pero no tengo sueño, no me siento cansada, sé que tengo que dormir. Me debato, como siempre, entre paralelismos continuos. Desear el descanso. Temer el silencio que lo precede. Sentirme llena de cosas pequeñas, vacía de lo esencial. Estar en calma mirando las hojas moverse. Perderme en una escena que no entiendo. Querer detener el tiempo. Dejar que se me escurra sin resistencia. Disfrutar el no hacer. Culparme por no haber hecho nada. Conectar con algo sutil, mínimo. Ahogarme e...

Maneras de terminar la semana

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Ayer se sintió como viernes, porque salí de la oficina para no volver hasta el martes. Una sensación más que estupenda. Fantástica. Tuvieron lugar algunas conversaciones postergadas; por fin encontraron espacio y tiempo. Con un par de ensaladas nos sentamos en Crepes a conversar con Annie —sin parar—, poniéndonos al día sobre los últimos meses de nuestras vidas. Hablamos y hablamos hasta que cerraron. Hoy el tono lo pusieron mis uñas rojo granate. Me escapé al mediodía para darles un toque vibrante. Me gustó el resultado. Cerré la compu más temprano de lo habitual y partí en bus a celebrar el cumpleaños de Marco. Llegué en taxi porque tomé la ruta equivocada, pero llegué a tiempo, aunque el cumple fue hace casi tres meses. Otra vez el menú incluyó ensaladas, pero añadí una copa de vino y un delicioso tiramisú. No dejamos de hablar. También nos pusimos al día: el trabajo, la vida, los días desafiantes, desconcertantes, los nuevos destinos, el malestar frente al mundo, las ilusiones… Tam...

Plan confesional

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Escribir a ver qué pasa. Algo liviano, decía, pero la pulsión empuja, no me deja en paz. A veces me sale un susurro, otras una sacudida. Narrador / escritor / testigo que se incomoda. Me digo que esto es solo para mí. Quizá no es del todo cierto. Nunca me importó demasiado lo que piensan los otros. Creo. Tal vez eso tampoco es del todo cierto. Quizá me importa, a veces. Algo puntual. Y aun así escribo, como si nadie me leyera. Tal vez alguien lo hace. Quién sabe. Tomo cosas que conozco y las tuerzo, no mucho. Armo fantasías alrededor de cosas que he visto, soñado, recordado a medias, como si pudiera descubrir algo nuevo en lo mismo de siempre. A veces pasa. Descubro. El contraste choca. Encuentro mucho artificio, sí, pero no tanto como para perder de vista el por qué. Que no sea gratuito. Menos que sea obvio. Que haya algo genuino. Me repito siempre lo mismo. Pasa. Me siento con mi café espumoso y un breve espejismo se instala y luego quiero escribirlo… sin éxito. El momento de pensarl...

Encontrarnos... una escena casi imposible

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Nos saltamos el encuentro de mayo. Y varios más. Nos teníamos un poco abandonados. O no. Ha ocurrido que, ocupados en asuntos diversos, hemos ido en otras direcciones. La vida se llena de cosas que parecen urgentes, y allá vamos. En mi caso, a decir verdad, andaba con la mente cansada y el cuerpo agotado. Pero prefiero sacar tiempo, hacer un hueco y brindar. Brindar por nada en particular, o por todo. Jugar a ser quien quiera. O quien no quiera. Permitirme preguntar, buscar, sorprenderme, enterarme de los últimos acontecimientos y descubrir, de paso —de nuevo— gustos personales, contrastes y caprichos. Descubrir, a través de la conversación, ideas sobre el acontecer, la inteligencia artificial, el futuro pensional, asuntos laborales, también familiares, un ritual psicodélico, y algún recuerdo en común que no recordábamos igual. Me siento a la mesa con los gatos aquellos y revivo pasajes, escenas que tal vez solo tienen sentido en la memoria. Y bueno, esta vez, con problemas de ...

Cosas que me gustan

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Me gusta ver gente que se quiere en la calle. Los que se despiden cuando uno se baja de la moto, se quita el casco, lo deja, recibe un beso y un abrazo apretado antes del adiós. Una pareja que va caminando y se separa en algún punto: uno se queda, el otro sigue. Dan vuelta para una última mirada. Un par que están en Transmi, manos entrelazadas y ojos de cariño verdadero. Grandes, chicos, demostrando afecto. Me gustan. También los peques que van hablando mucho con sus papás: cuentan, preguntan, inventan historias mientras miran la vida por la ventana. Hay días que tienen su encanto, a veces. No solo hay basura en la calle —últimamente mucha—, también hay amor. Me fascina oír el canto de los pájaros. Me gusta sorprenderme con un trino a una hora no acostumbrada, o despertarme en medio de la melodía. Los oigo y, por un instante, todo está bien. Me gusta que las hojas de los árboles vuelen y caigan como en otoño. Lejos estamos todavía de agosto, pero ya empezaron los ...

Una pausa que se volvió final

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Se les fue de las manos una conversación, una noche cualquiera. Empezó con algo mínimo —una palabra, un gesto— y se afianzó entre risas e historias que invitaron a otras, que se quedaron un poco más. Una mirada que vuelve sin explicación. Una frase que persiste, con el recuerdo preciso de aquel momento. La costumbre de buscar un número específico, aunque ya no tenga sentido. Nada fácil, la verdad. La memoria guarda eso: carcajadas, detalles, destellos. Se conocieron en medio de una tarea sin nombre, que con el tiempo tomó otra forma, y ahora —supone— es solo la certeza tranquila de saber que están. De alguna forma. Quizá.

Llena de contradicciones

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Ama este mundo, pero le cuesta vivir en él. Lo mira como quien observa una escena desde la calle: fascinada, pero con las manos en los bolsillos. Tiene talento para muchas cosas, no tanto para las relaciones humanas. No sabe si fue falta de práctica o de voluntad. En cualquier caso, no se le da. Pasa el día trabajando. Con precisión, con intensidad. Intenta hacer algo útil que justifique, al menos en parte, su existencia. Y las noches… Las noches son un problema. No por la soledad —con eso ha aprendido a convivir— sino por el optimismo ajeno. Ese entusiasmo colectivo por los vínculos, los logros, el esfuerzo compartido. La abruma. Le da vértigo. A veces, asco. Tiene un pasado brumoso. No trágico, pero sí difícil de narrar sin parpadear demasiado. Brillante, también. Inesperado. Lo arrastra como canción pegajosa. Derrocha inventiva: ideas, giros, soluciones brillantes que lanza al aire y nadie atrapa. Su humor es ácido, cínico, afilado. No perdona, pero tampoco hiere por deporte. A vece...

Un recorrido arbitrario

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El misterio en la mirada. El deseo que empieza por la fantasía. El halo de un enigma por descubrir. Las burbujas que chisporrotean en una copa de vino. Un prontuario amoroso difícil de adivinar.   La circulación de gente joven que aporta brillo. En una distancia corta, mucho por encontrar. Una revisión de la vida propia. Un paseo por esas cuadras que se vuelven multitudinarias a medida que se acercan al centro.   Domingo de pueblo. Lo recuerdo de antes: todos vestidos con sus mejores ropas. Todos iban a dar la vuelta, a encontrarse.   Ha cambiado un tanto. Pero mantiene un tono de vitalidad. Un carácter festivo.   Hay un ritmo constante en el aire, una espera sin prisa, una tregua que invita a mirar sin apuro, y a quedarse un momento más.

Junio sale a flote

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Me encuentra en medio del frío, de la página de un libro que empiezo, de la luz que se filtra por la ventana, del olor al café que preparan en la cocina, bajo un cielo que todavía no veo. Junio comienza en domingo, con la serenidad de un día en familia, de un día con intenciones de vivir como si fuésemos inmortales, aprovechando la luz de cada instante. A veces me gusta sentirme optimista, es fácil cuando estoy por acá. Sin prisa. Sin ruido. Es sencillo en medio de lo onírico de un finde extendido, cuando oigo a los pájaros y sé que en cuanto salga al jardín estarán las flores. Bienvenido luminoso junio