Maneras de terminar la semana
Ayer se sintió como
viernes, porque salí de la oficina para no volver hasta el martes. Una
sensación más que estupenda. Fantástica.
Tuvieron lugar algunas
conversaciones postergadas; por fin encontraron espacio y tiempo. Con un par de
ensaladas nos sentamos en Crepes a conversar con Annie —sin parar—, poniéndonos
al día sobre los últimos meses de nuestras vidas. Hablamos y hablamos hasta que
cerraron.
Hoy el tono lo
pusieron mis uñas rojo granate. Me escapé al mediodía para darles un toque
vibrante. Me gustó el resultado. Cerré la compu más temprano de lo habitual y
partí en bus a celebrar el cumpleaños de Marco. Llegué en taxi porque tomé la
ruta equivocada, pero llegué a tiempo, aunque el cumple fue hace casi tres
meses.
Otra vez el menú
incluyó ensaladas, pero añadí una copa de vino y un delicioso tiramisú. No
dejamos de hablar. También nos pusimos al día: el trabajo, la vida, los días
desafiantes, desconcertantes, los nuevos destinos, el malestar frente al mundo,
las ilusiones… También nos reímos. De lo absurdo, de lo inesperado, de nosotros
mismos. Nos despedimos tarde, con un abrazo largo y la intención de vernos
pronto. Un ascenso nos espera.
El verdadero hito de
la semana fue la terminación de mi contrato. Espero no haber tomado una mala
decisión… aunque, igual, ya fue. No tengo la menor idea de cómo serán las cosas
—nunca la he tenido—, pero sigo avanzando. Caminando en puntillas, sin hacer
demasiado ruido.
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