Cosas que me gustan
Me gusta ver gente que se quiere en la calle.
Los
que se despiden cuando uno se baja de la moto, se quita el casco, lo deja,
recibe un beso y un abrazo apretado antes del adiós.
Una
pareja que va caminando y se separa en algún punto: uno se queda, el otro
sigue. Dan vuelta para una última mirada.
Un
par que están en Transmi, manos entrelazadas y ojos de cariño verdadero.
Grandes,
chicos, demostrando afecto. Me gustan.
También
los peques que van hablando mucho con sus papás: cuentan, preguntan, inventan
historias mientras miran la vida por la ventana.
Hay
días que tienen su encanto, a veces.
No
solo hay basura en la calle —últimamente mucha—, también hay amor.
Me
fascina oír el canto de los pájaros.
Me
gusta sorprenderme con un trino a una hora no acostumbrada, o despertarme en
medio de la melodía. Los oigo y, por un instante, todo está bien.
Me
gusta que las hojas de los árboles vuelen y caigan como en otoño.
Lejos
estamos todavía de agosto, pero ya empezaron los vientos,
y
con ellos, el piso se va llenando de hojas secas.
Un
poema, un objeto, una canción.
Una
sonrisa cuando entro al edificio a laborar.
Una
mirada cómplice con alguien en la calle, cuando coincidimos en lo divertido de
una escena.
Me
gusta el sabor fuerte del café solo al despertar,
y
el dulzor que añade la leche de soya al que me tomo al llegar a la oficina.
Se
oscurece. Llueve. Se enfría el ambiente.
Pero
sigue siendo un viernes lindo.
Pequeños
gestos que me devuelven la fe:
en
los otros,
en
mí,
en
lo que sigue.
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