Cambio de color

Y llegamos a la Villa a cambiar de aire, a recorrer sus calles de piedra y a contemplar el colorido en los balcones de madera que contrastan con las tejas naranja en esas casas de paredes blancas.
Así estuvo el finde, dos días de color para animar el corazón que a veces se abruma con tanto escándalo en este Macondo que no deja de sorprender y entristecer.
Sin mucho movimiento, con paseos cortos recorriendo los lugares de siempre, viendo cometas bailando al ritmo de la brisa suave y más pueblo del que esperábamos encontrar, se nos fue el sábado... una noche clara y tibia en la terraza para disfrutar una botellita de vino y sería todo.
El domingo, tentados por el olor a chocolate, nos fuimos de panes y fresas al museo. Anduvimos por la plaza mayor en más calma que el día anterior, sin gente, disfrutando además de una temperatura fantástica, callejeando sin rumbo. Partimos hacia el medio día, después de inquietarnos por una secta de perros que al parecer se han adueñado de una calle del pueblo... parecen muy organizados y son un tanto intimidantes... mejor dejarles su espacio.
De regreso, la primera parada la hicimos en Tinjaca. Quise recuperar una vajilla de tagua de mi infancia y encontré algo parecido, una tanto más sencillo. Llegamos después al brillo de Ráquira… por variar, no fuimos los únicos en ese plan, así que a mi pesar, tuvimos que compartir con otros varios paseantes. Estuvo bien igual, entretenido, viendo infinidad de materas, algunas muy artesanales aún y otras, la mayoría, muy industrializadas ya. Así terminó agosto y dimos la bienvenida a septiembre... queda  poco para que se nos vaya otro año, otra década...











Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―