Sucesos que llenan mi mundo: momentos en los que disfruto, me sorprendo, reflexiono. Instantes que quiero atesorar para que cobren vida cuando sea necesario.
¡Por fin!
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Mar, sol y palmeras...Los días se aventuran completamente brillantes...superados los escollos, por mi despiste y la exclusividad del nombre de mi peque, creo que disfrutáremos momentos maravillosos...bajo la lluvia, al parecer :)
Estar cerca, reírnos, de nuevo los tíos y los primos en conversaciones, las tres generaciones juntas.... constatar que algo de nuestro ayer pervive, vaya tesoro. Con el ánimo y la ilusión de siempre nos reunimos a celebrar un cumple, un encuentro y la alegría familiar. En un muy lejano mayo del siglo pasado comenzaba la vida de la querida prima Patty y aprovechando la efeméride, nos pusimos cita para disfrutar un domingo con un exultante clima al aire libre… unas cuantas gotas aparecieron, pero el sol brilló y calentó lo suficiente. El jardín de la casa Zapata-Díaz se transformó en un bullicioso epicentro familiar, llenándose de risas, algo de voleibol y compañía para soplar velas y sumarnos a los deseos de estos cuarenta y poquísimos que esperamos se cumplan a cabalidad. Además, las velas fueron suficientes para anticipar todos los cumpleaños que se aproximan en el mes. Así que, con muchas ganas de este encuentro de familia, celebración y presente, un lugar bonito, comida rica, buen
Amanece. Un lindo jardín repleto de plantas, árboles y flores. Un verde intenso después de una lluvia larga. Explosión de colores. De pronto, un fuerte viento sopla cruelmente. La luz y el brillo se desvanecen. Los árboles quedan deshojados, llenando un escenario desolado y apocalíptico. Imágenes soñadas. Despierto abrumada, pero es de día. Partimos al campo. Me sumerjo en los sonidos de la montaña y me dejo llevar por el fluir del agua y el rugir del viento. Convencida estoy de que el misterio y lo sagrado de la existencia están por acá. Camino e intento poco a poco entender el mundo, desvelar una sombra de conocimiento, aumentar la inquietud, la incomodidad, conocer cosas que se escapan, abrir una puerta a los sentidos, a las emociones. Aceptar con cuidado y cariño las pausas tranquilas. Esta semana llovió. Me vuelvo un poco niña, llena de ilusión, con las flores nuevas, por fin vuelve algo de brillo, sale la luz tras el color. Seguramente la fuerza del sol nutre más con algo de hid
Permanece dando vueltas en mi cabeza aquel primer mensaje, esas palabras escritas con ligereza desprevenidas, sin revisión ni edición aparente. Empezó así un juego, que nada tenía que ver con emociones ciertas, ni con nada que se le pareciese. Interés por conveniencia. Según leía, sabía que no serían más que mensajes improvisados, una forma de escapar, apartarse de la rutina, palabras sueltas que empezaron, lentamente, a hilvanar una historia. Y si intento olvidarlo ―el mensaje, la historia― regresa con ímpetu, vaga sin rumbo, sin destino ni retorno. No resulta extraño, más bien todo lo contrario. ¿Algo a punto de suceder? Entrenando con un poema en cien palabras