Sucesos que llenan mi mundo: momentos en los que disfruto, me sorprendo, reflexiono. Instantes que quiero atesorar para que cobren vida cuando sea necesario.
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En el cumple de Marielo se atravesó el malestar de más de uno, sin embargo celebramos. La infaltable torta, decoración casera, regalitos y buenos deseos por montón.
Madre querida, feliz cumpleaños para ti, que sean mil más, que las celebraciones no se detengan y que la felicidad te acompañe siempre.
La claridad del ayer esa luz quizás melancólica con el minúsculo rayo de sol y lo que pasa en ti. Viajes con la memoria y la imaginación perdidos y sin remedio nunca volverán. La mañana a punto de llegar con fabulaciones o sueños inconfesables y dados por cierto. La quietud esponjosa que vive en silencio sin riesgo en la triste incertidumbre.
Amanece. Un lindo jardín repleto de plantas, árboles y flores. Un verde intenso después de una lluvia larga. Explosión de colores. De pronto, un fuerte viento sopla cruelmente. La luz y el brillo se desvanecen. Los árboles quedan deshojados, llenando un escenario desolado y apocalíptico. Imágenes soñadas. Despierto abrumada, pero es de día. Partimos al campo. Me sumerjo en los sonidos de la montaña y me dejo llevar por el fluir del agua y el rugir del viento. Convencida estoy de que el misterio y lo sagrado de la existencia están por acá. Camino e intento poco a poco entender el mundo, desvelar una sombra de conocimiento, aumentar la inquietud, la incomodidad, conocer cosas que se escapan, abrir una puerta a los sentidos, a las emociones. Aceptar con cuidado y cariño las pausas tranquilas. Esta semana llovió. Me vuelvo un poco niña, llena de ilusión, con las flores nuevas, por fin vuelve algo de brillo, sale la luz tras el color. Seguramente la fuerza del sol nutre más con algo de hid
De un domingo apacible, en perfecta sincronía con la naturaleza, pasamos a un comienzo de semana sombrío. El atardecer de un lunes de abril con eclipse y mucho viento estuvo algo rudo. Entré a zona de turbulencia desde el ingreso a la estación de transmi, luché por mi espacio y lo conseguí. Llegué rápido a destino, eso sí. Lunes. Esta ciudad y su catástrofe diaria, a veces, algunas veces, ofrece pausa. De la nada un improbable brillo asoma. Esta vez después del caos celestial, el sol dejó su resplandor y en un atardecer estupendo las nubes se deshicieron y llegó una noche en la que soñé cosas extrañas. Sucesos reales y no tan reales. Martes. Arrancar el día muy temprano con un intento de examen que se frustró por un sistema caído. Estar en reuniones y responder muchos mensajes hasta que llega la pausa y trae sus destellos. Esos que no se esperan y divierten. Momentos en los que voy más despacio y estoy presente, alejo tareas y pendientes, me concentro en otro asunto y se sien