Sin regreso

Descifrar las huellas imperceptibles de un tránsito perpetuo. Eso intento. Moverme entre signos que nadie dejó, en un lugar improbable, increíble, que no debería existir, y sin embargo, insiste.

Allí, donde el infinito se prolonga sin descanso, sin origen ni promesa de final, me descubro a veces flotando. Otro mundo distinto me roza, ajeno, inevitable. Y entonces, mi rostro se disuelve: es mi cara de nadie, de ser que no pertenece ni al tiempo ni al lugar.

Un error, apenas —

breve,

humano.

Pero consciente.



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