Recuperar el aliento

Después de una semana intensa, en la que al menos está vez hubo un poco más de novedad -no fue solo trabajar, trabajar y trabajar- viene muy bien la pausa del finde. Necesaria. Restauradora. 

De lunes a viernes frente al compu, en reuniones, con la mente en obras, procesos, informes, líneas de tiempo, todo atrasado.  Reduje caminatas, avancé cero pasos, estoy en mis peores días de actividad. Los desplazamientos fueron casi todos en auto, con la suerte de la compañía de Pancho, o en taxi, de regreso a casa. Tomé alguna copa por ahí, para celebrar encuentros, la llegada a casa a conversar, cualquier cosa. Tuve también un par de tardes de asueto, una de actualización y muchas risas con mis amigas herederas y otra de quejarnos del mundo y su desorden con mis amigos peligrosos. El sábado tuvimos un poco de movimiento. De acá para allá en vueltas, compras, almuerzo variado y diferente, hasta qué llegamos a nuestro pequeño paraíso. Alcanzó el tiempo para disfrutar la caída del sol en quietud y para ir a dormir temprano. 

El día hoy empieza lento, puro, nítido, con olor a desayuno reciente y puertas abiertas. Hace un instante estaba ventaneando, todavía hace frío, amanecer con el horizonte verde a la vista me hace sentir intrépida y ambiciosa. Me gusta. Le pongo lugar a mis sueños y casi los materializo con la imaginación. Por acá la comida huele más y sabe mejor, los pájaros se oyen más fuerte, el oxígeno entra con mayor facilidad, aunque estemos a más metros sobre el nivel mar. Sí, a pesar de eso. Quizá esa es la razón de que mis ilusiones estén al alza… pienso ahora en una casita de bienestar en medio de este verde intenso. 






Una foto mejorable, pero qué guarda igual el instante y transmite sensaciones.


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